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EL TIEMPO. María del Águila Barrios

 
 
 El despertador dormidoRAFAELLUNA

El despertador dormido

Pintura de Rafael Luna

(de la serie «Aquellos niños del río»

un cuento de Olga Duarte Piña)

2005

 
 
 

Último día de agosto. Sumo otro verano a mi vida. En el rostro recibo el fresco de las tardes propio de los finales de este mes. A mí me ocurre, desde niña, que éste es un tiempo en que me da por pensar en el tiempo, pero nunca he estado conforme con que el tiempo huya, sea fugaz, vuele… No. ¿El paso del tiempo es el paso de la vida?, ¿tras el pasar de la vida sólo viene la muerte «tan callando»? Me resisto a aceptar que el tiempo tenga como final la muerte. Hay un esfuerzo de profundización que cabe hacer si pensamos en el tiempo como un fragmento de la eternidad. Los que asumen la muerte como final de todo ya están condenados por su pereza. Aunque yo no tenga en la mano la prueba de esto que digo, ni tal vez nadie, porque el tiempo parece agua que corre, sin freno que detenga la sucesión irreparable de los días… En estos postreros que discurren hasta este último en el que escribo, aun siendo estío todavía, a mí se me anuncia el otoño: los campos empiezan a mudar su color, los pastos han sido segados, los verdes de árboles y maleza ya no son tan intensos, y el cielo a veces presenta veladuras que le rebajan el azul… ¡Fluye el tiempo, no huye! Se enreda, va lejos y vuelve en un flujo y reflujo que no lo somete ninguna línea. A veces está tan cerca que somos nosotros mismos. Y somos nosotros los que cambiamos, no el tiempo.

   Nunca sabremos lo que está por venir. El futuro no existe. Con los hechos que vayan a ocurrir se pretenderá llenar el tiempo y lo acabarán reduciendo hasta negarlo. Reiterarán hasta confundirnos que la Historia será ésta o aquélla. Los hechos ya acontecidos no se van a repetir, que es lo contrario de lo que se piensa generalmente. El tiempo no es uno, es múltiple y diferente, sin principio y sin fin, es eterno y jamás acabará, y lo que está por llegar, cuando llegue, no cambiará la espera humana. Las cosas destruidas no han desaparecido porque el tiempo haya sido su destructor implacable, es el hombre el gran destructor del mundo, aunque nunca repita los mismos hechos destructivos.

   Como en una paradoja, me sorprenden las campanadas de la torre cercana dando la hora. Como ayer, como mañana, y para cuando no esté para escucharlas continuarán para otros, «y seguirán los pájaros cantando».

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2021]

 
 
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VERANO. María del Águila Barrios

 

Carrera del Darro

[Foto: LGV Granada 2021]

 

Es el tiempo de los jazmines, de su perfume finísimo, blanco y leve. Olores a higuera, a mirto, a rosas, a lantana. Las tapias encaladas refulgen en la mañana ardiente. Se escuchan susurros en los interiores umbríos. Cotidianeidad sonora que sólo es en el verano. En una calle desierta un gato pasa. Tanto esplendor y derroche luminoso para nadie. Más tarde, por la noche, se atreven a salir buscando el fresco. Se forman algunos pequeños corros en las aceras, sonríen, y se han de estar diciendo cosas agradables. Tejidos ligeros de colores alegres y camisas blancas. La juventud es acariciada, al fin, por la brisa que viene del río. Los vecinos se citan a las puertas de sus casas para charlar sobre cómo ha ido el día mientras aprovechan esa brisa que viene del río. Algunas familias sacan sillas a la acera. Los niños corretean por la calle y juegan. En las casas se han abierto las ventanas para refrescar los cuartos. Suena el eco de una radio. El campo no queda muy lejos, pero está muy oscuro, es otro su verano, allí hay otra vida. En el pueblo se está viviendo como en la víspera de un día festivo. Las voces se levantan para hacerse oír sobre las risas. Aunque alguien prefiere el silencio del que contempla. Silencio y calma, risas y brisas, palabras fraternales. Las campanas anuncian desde una torre la madrugada. Las despedidas y el regreso, las calles poco a poco otra vez desiertas, ahora nocturnas.

   Pensando en el verano, he encontrado unos versos del poeta cordobés Pablo García Baena (1923-2018) dedicados a esta estación. Los ofrezco aquí para que los lean, demorándose en las palabras. Recorran con sus ojos las certeras líneas que los versos trazan, sus quiebras cuando los encabalgamientos. La escena que el poema presenta es bellamente simple: una mujer desnuda, una playa, un anciano, unos gemelos, un amanecer de verano y una conclusión dichosa para todos.

 

   Una mujer pasea desnuda por la playa

Solitaria. Amanece.

Su cabello rojizo, al grana de la aurora

Dora y despierta al paso oleajes dormidos.

Desde la residencia, en alto mechinal,

El anciano acogido la acerca y la vigila

Con los viejos gemelos de teatro y de nácar

-tal vez vieron a Xirgu-

Y algo que ya no siente, le engaña

En el recuerdo.

El nuevo día vibra como un violín de luz

En el pulso de la arritmia.

Hasta para el que mira, encerrado en sus años,

El verano será el tiempo de la dicha.

[La voz de Alcalá, 2021]

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DÍGAME EN QUÉ PUEDO SERVIRLE. María del Águila Barrios

 

Limpiabotas de Estambul

[Foto: LGV Estambul 2007]

 

Con esta frase comienzo hoy. Servir a los demás. Darnos como servidores. Ser servidos por otros. Servir. «¿Qué puedo hacer por ti?» Escuchar esto de otro, ¡cómo me consuela! O más bien, ¡cómo me concilia con el mundo del otro! El que se me ofrece para servirme, sin ser servil, sin servidumbre, sino todo lo contrario: en libertad me sirve, me dedica su tiempo, sus habilidades, su asistencia… me enseña a servir a los demás.

   Lo mejor que llevamos dentro aflora. Si se quiere, por cualquiera se puede ver cómo luce en el gesto, en la mirada, lo misterioso y profundo de un ser cuando aloja la bondad, que es siempre humildad. No sentirse más que nadie. Y lo contrario: qué triste aquel que lleva en ristre su soberbia, su vanidad. Éste piensa poco en servir, porque, sobre todo, se dedica a servirse de los demás, a arrancarles a los demás una esclavitud, una servidumbre.

   Creo que pocas actitudes en la vida son más revolucionarias que ponerse a disposición de los demás. Cambiaría todo. Para muchos sería el cataclismo de sus dictaduras. Los explotadores de toda laya se suicidarían o, tal vez, se convirtieran al talante del servicio. Quien con esta manera se levanta por la mañana no concibe dañar a los demás. ¿Cómo voy a herir al vecino si lo que quiero es servirle? Es imposible. Una en la calle escucha a alguien que dice: «Fui a verle porque tenía un problema enorme que me tenía angustiada. Nunca le agradeceré lo suficiente el servicio que me prestó entonces.» Pienso que si el servidor de esta señora escuchara lo que le dice a la otra le daría tal soplo de ilusión y esperanza que procuraría en el futuro hacer con todos lo que hizo con ella.

   No soporto a quien trata mal a los que trabajan para él. No soporto la arrogancia, la suficiencia. Sé que hay muchos trabajadores que no son bien tratados, y ocurre que a pesar de ello son capaces de mantener la sonrisa verdadera mientras me dicen: «¿en qué puedo servirle?»

   Como ningún otro, la política sería el ámbito del servicio a los demás, pero hoy en día, y desde hace demasiados días o décadas, no encontramos políticos servidores. No son serviciales. Antes y sobre todo son serviles ante sus mandos y mandones ante los débiles que andan sometidos a su imperio. ¡Pobrecitos, esclavos del capitalismo salvaje, que desgracian sus existencias cotidianas y se llevan por delante a los desgraciados de la vida!

 

[La voz de Alcalá, 2021]

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CLAUSTROPOÉTICA 2021 (POEMAS EN DIÁLOGO). HOMENAJE AL GRUPO CÁNTICO DE CÓRDOBA. Lectura de poemas de Juan Bernier, Julio Aumente, Ricardo Molina, Pablo García Baena y Vicente Núñez por Olga Duarte, Lauro Gandul, Chus Gómez, Antonio de la Torre, Elvira Calleja, Manuel Portillo y las niñas Martina de la Torre y Leonor Ruiz. Creación musical de Rafael Marín. Alcalá de Guadaíra, 17 de junio de 2021

CONCEJALÍA DE MEDIO AMBIENTE: EL TERROR DE LOS ÁRBOLES. María del Águila Barrios

 
 
 

Pinos de Oromana

[Foto: LGV Alcalá, invierno de 2021]

 
 
 

¿Qué ocurriría si a un concejal le cortaran la cabeza? Al de medio ambiente habría que cortarlo por la mitad, por aquello de medio… Decapitado el edil, desmochado o tronchado, tal vez la suerte de nuestros árboles singulares no sería la que cada primavera toca a sus copas, antaño frondosas y generosas, de sombra fresca con la que conjurábamos el calor espeso de la canícula. Convierten no sólo los ejemplares de árboles singulares, sino todos los árboles, en estacas, en verticales pilares viejos y más aquellos árboles grandes del Albatán, del Parque o de la Plaza de España…

   Poca cabeza tendrá, o más bien ninguna, el que manda en los podadores municipales, sea concejal decapitado o no, su cabeza es una pura ilusión óptica, un holograma de cabeza de concejal de medio ambiente.

   Y hablando de cabeza, ¿cómo nadie ha pedido ya la del edil? De ese de medio ambiente, o de parques y jardines, o de patrimonio natural, o como quiera denominársele desde una alcaldía descabezada que manda en el descabezado que manda en los podadores, que descabezan los árboles todos, los desmochan a troche y moche. ¡Menos mal que no se han atrevido todavía con los pinos de Oromana!

   Podar no es eliminar sino fortalecer, quitar aquello que le sobra a un árbol, pero no toda su copa. Antes de podar se deben tener en cuenta las características de la especie y la etapa de desarrollo en que se encuentra el árbol y no podar al tuntún y a todos por igual. No es lo mismo actuar sobre árboles nuevos que sobre los antiguos. Éstos son los heredados. Han hecho falta muchas generaciones de humanos para que los viejos árboles hayan llegado a nosotros copudos, oferentes de ramas vigorosas, colmados de infinitas hojas que nos alivian la vida en nuestro pueblo cuando pasamos por sus calles o estamos en sus plazas, cuando los contemplamos durante un alto en el camino, y nos da por disfrutar de sus colores. Pero los de medio ambiente en Alcalá de Guadaíra deben ser unos extraterrestres, o unos robots, que no sudan cuando aplasta el calor, que no necesitan la sombra de los árboles, ni el aroma, ni sus flores en primavera, ni el canto de los pájaros que han anidado en las copas, ¡estos de medio ambiente no tienen ni el ambiente de por medio!

   ¡Árboles y alcalareños compartimos raíces! Por ello, no quiero despedirme sin invocar algunos versos del «Himno X» de Himno a los árboles de Vicente Núñez.

 
 
 

Moveos, ¡aéreos!

Y que se note bien que somos llamas

futuras. ¿Pero qué más danza

que la de nuestra inmóvil invasión,

alzada contra la iniquidad de los mortales?

(…)

   Los taladores dejaron en nosotros

estigmas de ultraje y llagas,

y como higueras silvestres

arrasamos los campos de miel y alegría.

(…)

   Ya han transcurrido los siglos

y han fenecido los hombres.

Somos el pedestal del mundo.

 
 
 

[La voz de Alcalá, 2021]

 
 
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LA CASA BLANCA. Lauro Gandul Verdún (2021)

 
 
 

Pop en un bar de Rota 

(imagen de Amy Winehouse)

[Foto LGV, 2011]

 
 
 

Blanca la casa por fuera y por dentro

Blanca la fachada

 

Cuartos blancos

Encalado el techo de madera

El zaguán blanco

Al patio concurren blancas paredes

 

El suelo de color bronco

Pulido de pasos

Las puertas

Las ventanas

Las cómodas

El ropero

De carpintería oscura

De hierro cancelas y balcones

Hacen más blanco

Los blancos

 

Sobre la casa todo es alto azul

Azul sobre el blanco final

De azotea y pretiles

 

¿Dónde está el cielo?

Sus nubes son blancas.

 
 
 

Casa blanca de balcones

[Foto: LGV Rota, 2011]

 
 
 

VERDES DE VIENTOS. Lauro Gandul Verdún (2021)

 
 
 

Fotógrafo en Oromana

[Foto: LGV 2010]

 
 
 

Ahí continúa lleno de sí

Con soplos múltiples

Se multiplica el viento

Y se enrosca en el jardín

Donde naranjos y olivos

Junto a matas de tomillo

Que conviven con las de romero

Se enrosca en cada planta

Entre todas haciéndose ovillos

 

Muchos vientos se han colado

Cimbrean los árboles

Desde las ramas de abajo

A las cimeras

 

Es el verde multiplicado

Por los vientos

Lo que se agita

Adjetivos en clave de verde

Lo que suena

A verdes de vientos.

 
 
 

GENIO DEL INVIERNO. Lauro Gandul Verdún (2021)

 

Taxodios junto al Guadaira

[Foto: LGV 2014]

 

El genio del invierno

El vaho de los campos

El cielo bajo

Denso de blancas nubes

Los árboles deshojados

Sin futuro

 

Casi invisibles

Los caseríos lejanos

 

La vieja carretera

Cuyo fin son unas montañas

Azuladas

Coronan sus cimas los quejigos

 

Desde una principiante primavera voy

Viajando

Mas el genio del invierno sobrevive

En lo frío del paisaje

En lo desnudo y en lo desolado.

 

EL RESPLANDOR DE LA HOGUERA. Lauro Gandul Verdún (2021)

 
 
 

Alocaz

[Foto: Olga Duarte Piña, 2011]

 
 
 

En la noche oscura

El resplandor de una hoguera

Apaga la soledad del campo

 

Sobre un cerro

Un torreón arruinado

Se alza como un misterio

Lleno de lechuzas

 

Ululan los blancos pájaros

Cuando levantan el vuelo

Onírica es la luz de sus plumajes

Así se alumbra la bóveda negra

Hasta que la bandada

Se esconde en la lejanía.

 
 
 

CARMEN TRONCOSO DE ARCE (DE TU CORAZÓN A OTRO CORAZÓN). Olga Duarte y Lauro Gandul (autores de la autora María del Águila Barrios)

Carmen en el otro lado

[Foto: Miguel Hermosín, 1991]

En 2004 entrevistamos a Carmen para este periódico y, cómo es el destino, que ha muerto en los últimos días de un invierno como aquél en que nos recibió en su chalet de Oromana. Así comenzábamos el texto:

   Colado se ha la primavera por entre estos días primeros de febrero y de qué manera se ha colado mayo por entre estos días invernales. Florecido ha el almendro y con qué esplendor tanto pétalo en cada flor, tanta flor en tanta rama, que llenan este almendro con un estar que es un puro ser en el jardín de esta casa, distinta y profunda, donde Carmen nos recibe, de noche, para conversar.

   Nos dejó dichos estos pensamientos, estas enseñanzas, que recogemos otra vez para los lectores:

   «La palabra es un acto de amor. Humanismo, qué buena palabra. A los niños hay que contarles cuentos, historias. Luego querrán que se las repitan. Necesitan lo que cuentan los cuentos, la voz del que los cuenta. Aunque hay que ser un poco Sherezade. Hay que dejar un poco de la historia para después. Hay que ser artesanales, yo lo soy. La vida hay que tocarla con las manos. Manipularla. Yo no pienso en el arte sino en la vida».

   «Con cuatro o cinco años yo ya estaba haciendo teatro con las monjas. La experiencia de un niño cuando se sube a un escenario es buena aunque no sea bueno el teatro. Una vez me vestí de fantasma en el cuarto de mi madre, me miré al espejo y me asusté, y lloré. Salí corriendo, llorando como una Magdalena. Mi madre me dijo: -Si eres tú, boba-. Para mí eso era el teatro».

   «El primer día que yo llegué a la Universidad, no quería saber dónde estaban el aula magna ni dónde la lección inaugural, ni los departamentos, ni nada; yo ya quería saber dónde estaba el T.E.U. Con el T.E.U. de Filosofía me enganché y me puse a hacer teatro. A partir de ahí el teatro se ligó totalmente a mi vida».

   «Cuando recito están mi voz y la maravilla de un poema muy bien construido. Es como cantar: manejo mi voz, los sentimientos, las pausas, las miradas… Pero el teatro es un grupo. Es solidario. Trabajas con el otro, te emociones con el otro. Piel con piel. Estás con el otro, y el público se mete ahí, también, en ese lío».

   «A mí lo que me interesa es lo que yo siento con el teatro. Yo no sé si es mi ser artístico. Yo no sé si es mi ego. Yo no sé si es mi desdoblamiento… No lo puedo decir. Acaso tenga más que ver con mi ser espiritual, aunque si entendemos lo artístico como lo sublime, que es lo que hacían los griegos, sí a ese ser artístico, sí a llegar de tu corazón a otro corazón».

[La voz de Alcalá, 2021]

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