—En 1993 el Museo Judío de Praga edita la poesía y dibujos de los niños del ghetto de Terezín. Soles rojos, alambradas, espectros, puentes… Y todas esas mariposas que esculpían antes de ser llevados a Auschwitz. El sufrimiento es la afirmación inmediata de la diferencia. La diferencia, para nosotros los judíos, no es la diversidad, sino aquello por lo que la diversidad se da.
—Cada vez que, por una vía racional o irracional, se sea capaz de incorporar a un signo, o conjunto de ellos, lingüístico, o de otra naturaleza, la descripción, como tal o como relato, de una manera humana de ser, se habrá conseguido un tipo. La diversidad puede ser entendida, también, como el ámbito de lo humano tipificado en el arte o en la filosofía. Lo que justificaría ónticamente el coleccionismo.
—Lo que participa lo hace siempre en grados diversos. El simulacro escapa de continuo a la identidad de la idea. Es su imagen demoníaca.
—Si es preciso que la identidad de la idea se vaya al carajo, perdamos la una y la otra. No quiero ideas si no son suceptibles de sobrevivir a los simulacros. En la metamorfosis, en las máscaras, la diversidad dentro de uno mismo hacia los demás contribuye a salvarnos de la puta ciudadanía y del propio ordenamiento jurídico, e incluso de los malditos derechos humanos, defendidos hoy principalmente por las compañías de seguros y los bancos.
—La emoción traería su causa de que la verdad está, porque una vez fue, por eso luego de ser fue olvidada. La búsqueda puede fracasar, porque el sujeto no encuentra la verdad, pero incluso muriendo sabe que existió, y esa circunstancia le emocionó casi toda su vida.
—La emoción es un proceso provisional destinado a llenar la distancia que nos separa del objeto. Un afuera que creemos ha estado siempre en el fondo de nuestros corazones. Me emociono luego soy Poeta. Encontrar no es reconocer, es la dura prueba de lo no reconocible, no un simple acierto o desacierto. Eso era Diálogos. Los que se llevaron emoción, no entendieron nada
—Descartes me ha dejado, en un café de Aguilar, su Discurso del Método. Cómo podré darle mi opinión, si en el ergo me pierdo y ni siquiera sé lo que significa yo, pensar o ser.
—Preferimos, en todo caso, ese yo cuyo significado ignoramos, al yo de Freud: explicable. Pensar o ser, ya no sé… Pero soñar, sí. Metáforas o proposiciones, para los poemas o los discursos, mas nunca diagnósticos. La metafísica ha sobrevivido al psicoanálisis y a la psicología misma. Con Descartes no pudo Freud, ni nadie.
—Más que allí, es aquí y ahora cuando, contra efectuado y libre ya del presente, aparece lo incorporal. Lo consistente de cualquier Ceguera es su evaporación.
—La lluvia es agua que ve mientras cae, y antes de caer desde ciertas nubes. La evaporación es agua ciega, caída en cierto lugar, muerta, que sube al cielo.
—Lo mejor de sí son sus protecciones. Aunque debajo del blindaje sólo encontremos un vacío enervante. Para hacer reir no tiene quien le haga sombra. Con sus maquillajes, potingues y oropel siempre aparece como iluminada.
—El sí es un espejismo, un efecto de máscara. Tal es así, que el hecho de que debajo de ellas encontremos el vacío no sólo me gusta, sino que me parece la mejor definición de un ser humano. Amo sus máscaras.