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SHAKESPEARE, EL RUIDO Y LA FURIA. Por Enrique Martín Ferrera (abril, 2.009).

 

1 Shakespeare The First Folio 1623

Grabado principal del “Primer Infolio” o edición de las obras de Shakespeare, en 1623

 

SHAKESPEARE, EL RUIDO Y LA FURIA

Por Enrique Martín Ferrera

 

<< Tale told by an idiot, full of sound and fury, signifying nothing. >>

Macbeth (Acto Quinto, Escena V)

William Shakespeare.

 

¿Qué leemos de un escritor extranjero? No es una pregunta retórica, pues rara vez encontramos traducciones endógenas, elaboradas y ofrecidas por los propios autores. Indudablemente, salvo que el lector forme parte de esa minoría privilegiada de lectores políglotas, lo que leemos de cualquier creador extranjero pasa por ser una obra, más o menos parecida al original, escrita por un tercero que nos sirve de guía y que, al mismo tiempo, se interpone entre el público y el autor; un extraño que habrá elegido los giros, las expresiones y las palabras precisas de entre todas las que encierra el gran baúl de nuestro idioma. Curiosamente, en la mayoría de los casos no nos es posible, o no nos interesa, saber quién es ese valioso intermediario, que puede extraer todo el esplendor del libro que cae en sus manos, o herirlo de muerte con sus malas artes: su nombre habrá sido borrado o, aun estando presente, resultará para la mayoría deliberadamente invisible.

 

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EL VIAJE. Una conversación. Por Enrique Martín Ferrera. Febrero 2009.

 

EL VIAJE

(Una conversación)

Por Enrique Martín Ferrera.

 

<<Con pocos, pero doctos libros juntos

Vivo en conversación con los difuntos

Y escucho con mis ojos a los muertos.>>

(Francisco de Quevedo)

 

E.M.F.: Si meto las manos en los bolsillos, a menudo encuentro una guija de este o aquel litoral; a veces un pétalo, ya seco, de algún sueño cumplido, o el nombre resplandeciente de un lugar por conocer. El entusiasmo fue siempre mi único equipaje: otros rostros y otras lenguas, la fragancia de lo inesperado. Y en todas partes, siempre hermanadas, fealdad y belleza; el mismo caos y una misma perfección, el mismo desconcierto y la misma plenitud. Puertos y estaciones, llegadas y partidas. Viajar, viajar, viajar…

 

Zenón:<<¿Quién puede ser tan insensato como para morir sin haber dado, por lo menos, una vuelta a su cárcel?>>

 

Baudelaire:<<Esos bellos y grandes navíos, imperceptiblemente balanceados –pavoneándose- sobre las aguas tranquilas, esos robustos navíos, con aire perezoso y nostálgico, ¿no nos dicen en una lengua muda: cuándo zarpamos para la felicidad?>>

 

E.M.F.: Ahora, querido Charles, la felicidad –o algo que así rotulan- se vende enlatada, para consumo del turista, ese viajero gregario y domesticado de nuestros días.

 

Baudelaire:<<Los viajeros de verdad son los que parten por partir, corazones ligeros, semejantes a los globos…>>

 

E.M.F.: Feliz aquel que puede soltar amarras, no mirar atrás y sentir el viento soplando en las velas. Llamadme Ismael…

 

E.Canetti:<<Los antiguos libros de viajes, ¡cómo suenan cada vez más inverosímiles, más fantásticos, más espléndidos!>>

 

Baudelaire

 

Elias Canetti. 1973Charles Baudelaire y Elias Canetti

 

E.M.F.: ¿Viajeros? Campean por el mundo los rebaños, los corderos de mirar apresurado; las piaras de exploradores de cartón piedra vestidos de “Coronel Tapioca”… Viajes de trampantojo: conozca usted Roma, Turín, Pisa, Venecia y Florencia en cinco días, reza ese folleto en el escaparate de todas las agencias.

 

Rilke:<<En Italia pasan como ciegos ante mil discretas bellezas para acudir a esas obras que, calificadas oficialmente como dignas de interés, les engañan a menudo, porque en vez de lograr alguna afinidad con ellas, no advierten sino la distancia que separa su despechada prisa del juicio pomposo y pedante del profesor de historia del arte, que el Baedeker respetuosamente aprueba.>>

 

E.M.F.: El arte es un espejo; y qué simple, grosera y embrutecida la imagen que devuelve a tantos. ¿Qué hacen allí, si realmente no les importa un bledo ni el artista ni su creación? Sería un alivio encerrar a esa muchedumbre en su hotel: las calles resultarían más transitables y algunas obras de arte tendrían más posibilidades de ser contempladas, dignamente, por otros que soñaron durante años con ese placer.

 

W. Benjamin:<<La expresión de quienes se pasean en las pinacotecas revela una mal disimulada decepción por el hecho de que en ellas sólo haya cuadros colgados.>>

 

RILKE

 

W.BENJAMIN 3Rainer Maria Rilke y Walter Benjamin

 

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PHILIP LARKIN: SEMBLANZA DE UN CRÍTICO DE JAZZ. Por Enrique Martín Ferrera, Diciembre 2008

Portada de la edición inglesa de «Faber & Faber»
del libro «All What Jazz: A Record Diary» (1968), de Philip Larkin
-recopilatorio de sus artículos sobre Jazz publicados en el periódico londinense «Daily Telegraph»

 

En verdad, sólo hay un par de cosas que valgan la pena: el amor, en cualquiera de sus formas, con muchachas hermosas, y la música de Nueva Orleáns y Duke Ellington.

(Boris Vian, «L´ écume des jours», prefacio.)

 

   No significa nada si no tiene Swing.

(Edward Duke Ellington)

1932

 

1 Duke Ellington

Duke Ellington en el «Hurricane Club»
1943

«Pocas cosas me han proporcionado más placer en la vida que escuchar jazz.» Con esta rotundidad se pronunciaba Philip Larkin en el prólogo de 1.968 de «All What Jazz: A Record Diary», un libro recopilatorio de esos artículos que, durante toda una década, fue publicando mensualmente como comentarista de Jazz en el Daily Telegraph. Sin el acierto de esa recopilación y su polémico prólogo, las críticas jazzísticas de Larkin tal vez habrían sido olvidadas, después de haber sufrido la inevitable humillación (o lección de humildad, según se mire) que reserva el destino para todo trabajo periodístico: acabar la jornada en el cubo de la basura o como improvisado envoltorio de sabe dios qué cosas.

            Supe hace mucho tiempo, por otro aficionado al Jazz, de estas colaboraciones en prensa arracimadas en forma de libro; y sentía curiosidad por esta faceta de un Larkin que no era el poeta reconocido -The North Ship, The Less Deceived, The Whitsun Weddings, y High Windows-, ni el novelista retirado de forma prematura –Jill y A Girl in Winter-, ni el bibliotecario solterón, calvo y un poco tartamudo que tratan de ridiculizar sus detractores. Pero no sé el porqué, hasta las postrimerías del pasado siglo XX, centuria que según nuestro protagonista vio no sólo nacer sino, también, morir tempranamente al Jazz; no me decidí a conocer a este Larkin columnista y crítico musical. Como hasta hace poco no ha visto la luz en nuestro país una edición de«All What Jazz» en español (Paidos, 2004), en aquel entonces tuve que hacer el oportuno encargo a unos amigos ingleses de un ejemplar de la edición de Faber & Faber. Leyéndolo descubrí a un Larkin adicto al Jazz, azote de las vanguardias, que exponía de forma apasionada controvertidas opiniones sobre determinados músicos y nuevas corrientes; esos mismos que, merced a la pátina de respetabilidad que otorga el paso del tiempo, se han convertido ya también en figuras y formas clásicas.

          El prólogo que citaba al inicio es una gran pieza literaria que condensa unas pequeñas memorias en poco más de dieciséis páginas; sin desperdicio. Esa introducción ya advierte que nada ni nadie que huela a moderno, sea cual sea la expresión artística elegida, saldrá bien parado en el libro: da lo mismo que se llame James Joyce, Jackson Pollock o Miles Davis. En 1984, un año antes de morir, en nota a la segunda edición, el crítico Larkin aprovecha para renovar sus votos: «Si Charlie Parker parece menos ruidoso hoy que en 1950, ello se debe sólo, como señalo, a que le han sucedido otros todavía más bullangueros; más o menos lo mismo que, “mutatis mutandi”, se podría decir de Picasso y Pound».

 

1 Charlie Parker

Charlie Parker, Monk, Mingus y Haynes
New York, 1953

            La lectura de «All What Jazz» me desconcertó en un principio, pero luego comprendí que las piezas encajaban: en cuestiones poéticas su autor también había dado un portazo a lo que en aquella época se consideraba la modernidad. Estas reseñas jazzísticas, gozosas por sí solas para el amante del Jazz, pueden ser útiles a cualquier lector que desee abordar, con una perspectiva más amplia y fecunda, la obra poética de Philip Larkin; que, por cierto, sería probablemente escrita mientras surgía de un gramófono esa música de la que era forofo.

            «Es verdad, –confesaba Philip, el 20 de Febrero de 1967, en “Credo”, uno de sus artículos para el Daily Telegraph- no me gusta la fantasía que rubrica la época, ni quiero gustillos africanos, latinoamericanos, indios o caribeños; ni solos de bajo, ni el disparate de la Nueva Ola, ni la fatuidad del “free”; de hecho la cosa se ha ido por entero al carajo desde 1945, o incluso desde 1940; pero esto no es más que decir que a mí me gusta que el jazz sea jazz. A.E. Housman dijo que él podía reconocer la poesía porque se le hacía un nudo en la garganta y se le humedecían los ojos: yo puedo reconocer el jazz porque me hace golpear el suelo con los pies, gruñir afirmativamente, e incluso levantarme y brincar alrededor de la habitación. Si no me produce esto, entonces, por muy interesante que sea musicalmente, o atrevido espiritualmente, o digno de alabanza racialmente; no es jazz. Si eso es ser un purista, yo soy un purista.»

            Creo que Larkin nos estaba hablando, en el citado pasaje, del swing, de ese placentero impulso que nos hace seguir el ritmo con el cuerpo, de ese poderoso resorte. Ya lo decía Ellington: «It don´t mean a thing If you ain´t got that swing». En cierta ocasión, un periodista, entrevistando a Louis Armstrong, preguntó a éste qué era el Jazz, y el gran Satchmo le contestó sonriendo, con su trompeta en la mano:«Si tienes que preguntarlo, nunca lo sabrás.» Por esos derroteros se encaminan evidentemente las palabras de nuestro poeta.

 1 Louis Armstrong

Louis Armstrong
París
1965

            Jazz moderno: «El jazz que no es jazz» (The end of Jazz, 15-6-1963). Y es que Larkin no puede dar por buena, como Jazz, una música nada continuista, que hace alarde de la novedad y está dispuesta a romper esos delicados lazos de unión con los sonidos tradicionales:«Parker no siguió a nadie, a diferencia de Armstrong, que siguió a Oliver. Él simplemente apareció.» («Armstrong to Parker», 14-5-1962).

            «Be-bop or not to be-bop, there is no question». Una noche, ya distante, pero memorable gracias a la música, vi un cartel que rezaba así en un Club de Jazz de Praga. Han sido muchos los críticos de Jazz, y los apasionados del Be-bop, del Cool o del Free, que lejos de llamar a Larkin purista o amigo de la tradición, como él se definió; le han tildado de mentecato, reaccionario y fundamentalista; por no citar otras descalificaciones más feroces y groseras.

 1 Pee Wee Russell

Pee Wee Russell
1906-1969

            Cierto es que Larkin se quedó plantado, en cuestiones musicales, en los años treinta; y que le desagradaba, por lo general, todo aquello que no sonara a Rag, a Hot, a Dixieland, a estilo Nueva Orleáns o Chicago, o a las grandes orquestas del Swing: «El Jazz se va muriendo con quienes lo ejercían: Red Allen, Pee Wee Russell, Johnny Hodges.» (Wells or Gibbon?, 15-8-1970).

            Cierto además que, en muchas ocasiones, en esas reseñas periodísticas, el autor parece el abuelo cebolleta fustigando virulenta y despectivamente, con sus comentarios y boutades, las nuevas modas y maneras: «El jazz tuvo su agonía de muerte con Gillespie y Parker…» (Change and Decay, 13-9-1969), «los solos de Coltrane se parecen a los garabatos de un niño subnormal…» (Aretha´s Gospel, 13-7-1968), «Davis es una persona malhumorada y perversa, y a mí su trompeta me afecta del mismo modo…» (Rose-Red-Light City, 13-1-1962).

 John Coltrane

John Coltrane

            Pero esos exabruptos -que también centellean en muchos de sus poemas- no deben empañar el justo valor de estos artículos. En ellos abundan pequeñas piezas maestras que nos dejan ver el buen gusto, la belleza de la prosa de un gran escritor y la pasión empleada por el mismo al comentar la música que amaba. Léanse si no las páginas dedicadas a Bix Beiderbecke, a Jelly Roll Morton, a Pee Wee Russell, a Louis Armstrong, a Duke Ellington, a Billie Holiday, a Fats Waller, a Bessie Smith, a Sidney Bechet…

Fats Waller and his Rhythm 1938

Fats Waller and his Rhythm (1938)

            De este último dice Larkin que es «una de la media docena de figuras principales del jazz». No es esta una afirmación descabellada, y quien haya escuchado a Bechet soplando en Blue Horizon, o en Blues in thirds, o en Shake it and Break it; bien sabe de lo que hablo. Hay tanto swing, una sonoridad tan bella y vitalista en las grabaciones del viejo Sidney. En el penúltimo poemario de Larkin, Las Bodas de Pentecostés, se pueden leer unos versos dedicados al genial clarinetista-saxofonista de Nueva Orleáns: «Tu voz me llega como dicen debería hacerlo el amor, / como un enorme sí».

1 Sidney Bechet

Sidney Bechet. Boston, 1945

            Hay otros poemas en los que nos habla de Jazz, pero nunca únicamente de jazz, como en Reference Back y Love Songs in Age (en «The Whitsun Weddings», 1964), o en esa genial confesión titulada Reasons for Attendance (en «The Less Deceived», 1955). Creo que el cine y la fotografía siempre lo tuvieron más fácil, pero incluir el jazz en la literatura, o hacer buena literatura escribiendo sobre Jazz, es un arte concebido para unos pocos elegidos. Con demasiada frecuencia la pluma deriva hacia un ejercicio de simple charlatanería. No obstante, ahí están, entre otros, Jack Kerouac y los chicos del beat, Boris Vian y sus artefactos literarios, Julio Cortázar y su insuperable capítulo 17 de Rayuela; y en España algunos poetas de la generación del 27: incluso Luis Cernuda utilizó el título de un foxtrot llamado «I want to be alone in the South», para bautizar uno de sus más afamados poemas, «Quisiera estar solo en el sur»; que, dicho sea de paso, no es una evocación nostálgica de Andalucía, como erróneamente se tiende a pensar, según nos aclara el propio poeta en su «Historial de un libro».

Bix Beiderbecke

Bix Beiderbecke

            Volviendo a Philip Larkin, cómo no imaginarle, tras una rutinaria jornada de trabajo en la Biblioteca de la Universidad de Hull, ya en la intimidad de su casa, con batín y zapatillas, el jazz sonando, una copa en la mano; siguiendo el ritmo con los pies o tamborileando sin baquetas sobre una batería imaginaria. Siendo adolescente, Larkin soñaba ser batería de Jazz; así lo asegura en el prólogo de «All What Jazz». La portada del libro, en la edición inglesa de Faber & Faber, donde aparece sosteniendo dos palillos, no es casual. Es una imagen alejada de la solemnidad y del retrato tristón y grave que propagan de él sus detractores; el reverso de ese perfil de un ser depresivo, con un filtro gris en la mirada, que puede hacernos llegar, desatinadamente, una lectura precipitada de su poesía. «El impulso de componer un poema nunca es negativo», dijo Philip a un entrevistador que le preguntaba por su pesimismo.

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            Leyendo el relato que el poeta hace de su juventud en el prólogo de «All What Jazz», tampoco nos cuesta verle en Oxford, in illo tempore, escuchando discos de Jazz junto a un pequeño grupo de estudiantes –Amis padre y compañía-, en alguna habitación del College; divirtiéndose, bebiendo y comentando este o aquel pasaje, elogiando a algún viejo jazzman, discutiendo sobre las preferencias de cada cual… Al leer no hace mucho su magnífica primera novela, «Jill» (Lumen, 2.007), ambientada en ese pequeño mundo universitario de élite; buscaba infructuosamente, pasando las páginas, el Jazz. Pero aquí sólo aparece esbozado, como un perfume invisible que flota en el aire, como un sonido cercano, omnipresente, que nos llega desde el gramófono de la habitación de algún estudiante, cuya puerta nunca llega a abrir para nosotros el narrador. Así se insinúa magistralmente el jazz en esta novela.

            Gloomy?, ¿lóbrego?. Estoy convencido de que Larkin era un tipo alegre y vitalista mientras oía el tipo de Jazz que le emocionaba. A falta de mejores arietes capaces de hacer mella en el muro de su popularidad, ciertos santurrones y defensores de lo políticamente correcto, se han dedicado a airear chismorreos acusadores del tipo Larkin-Racista, o Larkin-Consumidor de pornografía, o Larkin-Misógino. Pero no puede considerarse misoginia la defensa a ultranza de la soltería:«dos pueden vivir tan estúpidamente como uno», decía Philip. Pero soltería no es celibato, pues Larkin no tenía nada de casto y mantuvo relaciones, más o menos estables, con varias mujeres a lo largo de su vida («alcohol, jazz y sexo – todos ellos cosas dulces», reza un poema suyo inacabado). Eso sí, nunca deseó tener hijos. Sobre este último particular dicen mucho los dos últimos versos de «This Be The Verse» (Ventanas Altas,1974).

Placa Larkin

            Del asunto de la pornografía, qué cabría decir a esos hipócritas victorianos, salvo recomendarles la lectura de Henry Miller o, incluso mejor, la visita a la sección X de un buen video club. En lo que respecta a las acusaciones de racismo, Larkin simplemente no soportaba a aquellos nuevos músicos negros que pretendían convertir el Jazz en una cuestión racial, sacando las cosas de quicio al mezclarlo con el black power y maltratando de forma deliberada, según él, las orejas del público blanco con experimentos musicales. Muchos de sus admiradísimos héroes del Jazz eran negros, pero resulta muy sencillo tergiversar interesadamente frases como: «En el jazz, la tensión entre el artista y la audiencia se apagó cuando el Negro dejó de querer entretener al hombre blanco…», o «Partiendo del uso de la música para entretener al hombre blanco, el Negro avanzó con ella hasta el odio hacia aquel.» (All What Jazz, – Introduction-1968).

            A Larkin, estoy convencido, el Jazz y los poemas le ayudaban a soportar la angustia, la sinrazón, la grisalla de la vida… Porque «la vida primero es tedio, luego miedo» («Dockery and Son»- Las Bodas de Pentecostés, 1.964). Esas muletas, la Poesía y el Jazz le acompañaron hasta el final del camino: en la abadía de Westminster, durante su funeral, además de ser leído «An Arundel Tomb», se interpretaron temas de Sidney Bechet y Bix Beiderbecke.

            Poesía y Jazz: dos pasiones íntimamente ligadas en Philip Larkin. Él siempre reivindicó la función social de ambas y reclamó su verdadero público tradicional, tan crecientemente sustituido por especialistas y glosadores.

Larkin 1961

Larkin en 1961

            No encajaba en ese molde del escritor que «ha ganado la feliz posición en la cual puede alabar su propia poesía en la prensa y explicarla dando clases en el aula…» («Required Writing» –The Pleasure Principle- Faber & Faber,1983). Tal vez por su rechazo a ese modelo, y a pesar de la gran fama y prestigio alcanzados como poeta, él siempre conservó su empleo y su salario como bibliotecario. Larkin consideraba una virtud que sus poemas no necesitaran notas explicativas a pie de página para ser comprendidos; aunque no, por abordar asuntos cotidianos o locales –que, como es bien sabido, pueden ser también los más universales-, o por tratar esos temas con palabras y formas, en apariencia, sencillas, sea posible conceptuar el resultado como poesía trivial. Sus versos no aspiran a la vulgaridad. Simplemente, él nunca escribió para académicos, estudiosos o doctores en filología, ni para los críticos literarios; ni siquiera para otros poetas.

            Y cambiando al palo que nos ocupa, tampoco concebía el Jazz como una pomposa incursión solipsista del intérprete, ininteligible, inhumana o desconectada de la audiencia; de espaldas a la necesidad de los oyentes de disfrutar y sentirse estimulados, no confundidos o torturados, por la música.

            Larkin consideraba que leer poesía, o escuchar Jazz, no debe ser nunca para el público una tarea esforzada y exenta de goce, un rompecabezas o un arduo combate.

Larkin en 1982

Larkin en 1982

            En su Jazzbandismo, un funambulista llamado Ramón escribía: «sólo una introducción de jazz puede abrir ciertas almas y que vayan a buscar ciertos libros y comprendan ciertas ideas.» Abrir almas, algo demasiado pretencioso. Pero ojalá alguien, a raíz de esta lectura, se nos una en las trincheras, se aventure y salga en busca de las obras del propio Larkin, de un buen libro de sonetos o de un disco de Jazz de los Grandes; antes de que el mercado, que sólo sabe de frías cifras, decida dejar de dispensar para siempre estos nutritivos bienes; suprimir definitivamente su ya corta tirada, eliminar sus reducidos espacios y colocar más ejemplares del último éxito en ventas de Antonio Gala, o de las sevillanas más populacheras del momento, en los escasos lugares donde todavía puede hallarse algo de Jazz y Poesía, esos arrinconados parientes pobres.

            El Jazz que nos deleita sigue siendo un magnífico lenitivo, una isla para náufragos, una dulce tregua… La buena Poesía también. Puestos a elegir, Larkin confesaba, sin ambigüedades, su predilección en una entrevista aparecida en 1968 en las páginas del diario The Guardian: «Qué dijo Baudelaire, que el hombre puede vivir una semana sin pan pero no un día sin poesía. Se puede decir que yo podría vivir una semana sin poesía, pero no un día sin jazz.».

            Jazz y poemas: en cualquier caso, un día sin ellos es un día a la intemperie.

Philip Larkin Retrato

El poeta y crítico de jazz Philip Larkin

CUESTIÓN DE «TEMPO». Por Enrique Martín Ferrera (Noviembre, 2009)

La Persistencia de la Memoria. Salvador Dalí

«BEATUS ILLE QUI PROCUL NEGOTIIS, …»

Quintus Horatius Flaccus

Molto vivace, Presto… Estos son los Tempi de nuestros días,  jornadas en las que no parecen tener ya cabida el Adagio, el Andante, el Larguetto… Tiempos Modernos -que ya retratara Chaplin- en los que sólo cabe correr, desplazarse y hacer aceleradamente, de la mañana a la noche, de la noche a la mañana. La velocidad nos encandila y nos subyuga, y de paso elimina la contemplación, la reflexión, el gusto por el detalle… Habitamos en el vértigo de lo premuroso, trabajamos al ritmo inhumano de la máquina, decidimos precipitadamente,  respondemos sin meditar…

«El hombre del siglo XX ha perdido la alegría de andar» decía César González-Ruano. Yo diría que los hombres del siglo XXI han perdido otras muchas alegrías, desterrando del diccionario de sus vidas no sólo la palabra caminar, sustituida por otra más eufónica a su moderno oído y adecuada a sus nuevos intereses: avanzar. Ahora se habla también del provechoso engordar en lugar del anticuado madurar y se prefiere el simple mirar al engorroso ver; cayó en desuso vivir, superado por conseguir, y se arrinconó la paciencia, pues ya todo es urgencia.

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OTROS TEXTOS DE RODRIGO GÓMEZ REINA (2008)

 

1

EL EPICENTRO DEL VERANO

 

Desde que se anunció el cartel, pasadas las ferias de Sevilla y Madrid, y emborronando un poco el Sanfermín por llegar y cualquier otra feria, el 10-8-08 se convertía, no solo en el epicentro de este verano, sino en la fecha clave de lo que llevamos de siglo taurino. Un hecho clave para nuestra cultura, mal que le pese a alguien, y pese a la alianza en contra de unos dioses, tan enojados con los hijos de Gerión al parecer, que volcaron todos sus favores con ese estigma cultural, fruto de lo más funesto de la cultura anglosajona para “buenos chicos y responsables ciudadanos”, llamado deporte. Así, mientras la España de cartón, no parecía dar tregua a su festín (giro, tour, tenis, más tenis y fútbol para más inri), el hispanismo verdadero, apoyado en su firme escudero francés en estas lides, de los hijos legítimos, y algún bastardo, de Gerión, se limitaba a esperar. Ya que el arte sí mata y sacrifica, el deporte sólo lastima o provoca penosos accidentes. Sangre y arte han empezado duro su mortal alianza tras ese anuncio, y no para de crecer conforme aumentan las calores del verano, pues el mero anuncio de una batalla Morante-arte/Tomás-valor ha hecho que nadie quiera quedar a cubierto del fuego, y bien que lo están demostrando y pagando. Todavía queda mucho hule de hospital por limpiar, y ya ha habido la primera víctima seria, un modesto banderillero, padre de dos hijos, ha quedado tetrapléjico tras salvar milagrosamente la vida. A buen seguro que, conocida su desgracia, como el Papa Negro, ya se estará planteando si podrá enseñar a torear a su descendencia desde la silla de ruedas. Parafraseando al futuro premio Nobel Corman Macarthy, este Planeta taurino, esta vieja Hispania profunda y fecunda, “no es país para blandos”, mientras sigan brillando al sol las espadas, y a la luna las navajas.

             Su anuncio, personalmente, sólo supuso al principio, una cita más con Morante (para mí estas guerras siempre las gana el mismo, ya que pasado lo sociológico e ido el público, los aficionados seguiremos pasando las de caín un 15 de agosto en Sevilla, o cualquier tarde en una becerrada de julio) y la oportunidad de redimir el pecado de la entrada adeudada a un amigo. Cuando ya parece seguro que no podré ir, despues de haber apelado a todas las influencias de la tierra, el cielo, y hasta del infierno, me quedo tranquilo, ya que la gran corrida va a ser el 10-10-08 en Zafra, seis toros para Perera, de la que sólo hablan, por ahora unos pocos, porque al final el arte es para inmensas minorías. Respecto al Puerto de Sta. María, me alegra saber que la plaza se volverá a llenar tras cuarenta años de “casi llenos”, y se hará mas universal aquel dicho del más grande “quien no ha visto una tarde de toros en El Puerto, no ha visto toros”. Aquel torero tan grande que, al morir soltero a los 25 años, vistieron a la Macarena de luto por, no se sabe bien, si su otro hijo o quizás algo peor en alguna cabeza … De lo que no me sorprendo, es en pensar que, rota la barrera psicológica de los 1800€ por una entrada de 60, parece que se va a pasar incluso de los 3.000, y ya se habla de si se llegará o no al número mágico: 6.000. Un kilo de billetes por una tarde de toros, la cosa sería incluso simpática si ello no supusiese futuros pesares para los que seguiremos acudiendo muchas tardes, se repita o no este cartel. Y que se va a volver a dar más de una vez en los próximos 15 años s.D.l.q..

 

2

DEL ARREBATO ZULUETA AL ROCKABILLI TRASH

 

Una buena peli produce un efecto evidente: dejas de interesarte por las insustanciales. Pero, para los colgados de esto, hay otro: tienes que ver las de ese nivel. Me levanto el domingo a las tres de la tarde (se me cambió el sueño con el resfriado), me bebo un litro de té, para no perder el tiempo yendo al bar por café, y nada más despejarme elijo… <<Arrebato>>, de Iván Zulueta: un verdadero banderín de enganche para hacer cine, al menos para mi generación. Monstruos, memoria, infancia, alienación, drogas, sexo, y… cine. ¡Joder, lo que se ha perdido el cine español por culpa de los demonios personales de este hombre. Pero al menos ha dejado esa joya, aparte de otras cosas nada desdeñables.

            Capítulo aparte en mi Historia Universal de la Causalidad: un jueves me levanté y, no se el porqué, tenía ganas de ir a Bilbao. Allí estaba 20 horas después. Al llegar me entero de que coincide con el Festival de San Sebastián, y que se le da un homenaje a él y a Win Wenders. Ante el miedo de que el Nosferatu del cine alemán vampirizase al inefable españolito, tiro para allá con mi miniDV. Garrapateo un guión en el periódico y llamo a mi amigo filósofo que trabajaba de escolta allí. Para lo que yo iba a hacer no necesitaba pistolas, asi que era insufrible oir el ruido que armaban sus dos cacharras cada vez que se sentaba en un bar. Siempre con la espalda contra la pared y la yesca dispuesta para encenderla. Y yo sin querer salir del casco viejo. Me canso, me despido y me voy al Kursaal. Nadie sabe cuando aparecerán los monstruos. La alfombra roja vacia. Me vuelvo a mi pensión española en Bilbo, y acabo la madrugada en una Comisaría después de un intercambio de opiniones con un súbdito del reino de Marruecos que, en su hora tonta, me quiso quitar la cartera. Fin de la peli, que no hice, y de esta historia.

            Pero para perderse, el crimen cometido con los dos más grandes, muerto Buñuel y jubilado Berlanga, Borau condenado al silencio. Y Erice humillado y ofendido. De Borau me llegan noticias de que le dan un homenaje este año no sé dónde. Eso me suena a requien y lavatorio de pies, porque conciencia no tienen, de los mangantes que nos… ¡sí!… (gobiernan, rodean, exprimen el capitalismo y forman lobbis tipo …. Dejémoslo que se me calienta la sangre y no quiero acabar a trompazos con esta puta maquinita). Sólo una pregunta ¿qué peli oscarizada española puede compararse en algo con “Hay que matar a B”. Y si nos ponemos social-demócrata-pedagógico, digamos ¿De qué peli oscarizada o no, pero española de estos tiempos, pueden sacar mayor provecho nuestros buenos chicos-votantes-subvencionables-pesebristas para hacer esas loas a la liberación de los oprimidos que deben realizar?. Problema de Borau, que no dijo que B era un ministro republicano-bueno-santo-bienpensante que iba a morir a manos de los facciosos. Como dice un amigo mío, cirujano cardiovascular de Madrid, en España como una peli no sea de la Guerra Civil, malo para el director. Lo de Erice peor, porque el hecho de que su cuarta película, destinada a ser como las otras tres, la mejor española de su década, se la merendó un señor muy progre, oscarizado (por una pli-pre-guerra-civil) y siervo de su señor (productor). Otro que tal cual, un progre que blandió el más grosero esputo procapitalista para justificar lo que no tiene nombre, o sí: traición a los ideales. Erice se ha refugiado en las posibilidades del vídeo, pasando así de los cines a los museos sin más transición. Y aquí, cerrando el bucle, recuerdo a Godard, que en su film no respondía a la pregunta de si el vídeo podía salvar al cine. Si él no lo sabe, yo menos, pero lo que sí es seguro es que a ellos dos, Godard y Erice, sí los ha salvado.

            ¿Y el rockabilli trash?… Pues, he llegado a casa y he encontrado un email de la líder de “The Rarest”, y he decidido compartir con vosotros www.myspace.com./hispanicgirls, lugar desde el que podéis informaros bien de toda esa música. Y, queridos hermanos, os preguntaréis ¿Por qué si a vosotros esa música no os gusta o no la conocéis siquiera?. Pues, y cierro el bucle totalmente, con otra historieta de la causalidad, porque es <<Arrebato>>, siguiendo a Buñuel, Zulueta sigue optando por Wagner como banda sonora. O sea, que faltaba ¡Rock!. Que como haber, había de todos los demás pecados en su cinta menos ése. Por cierto, que aparece una Alaska con catorce añitos portando una tarta, antes de haber tocado ninguna guitarra eléctrica, ¿o sí?.

 

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DE VENECIA A CASA MORALES

El martes me siento como perseguido por el acento veneciano que hablan tantos turistas en Levíes. Una larga charla por el MSN no me salva de esa nostalgia, que nada tiene de postal. Cuando se van me sumerjo en el spritzs antes y durante el flamenco en La Carbonería. Jesús Flores, cuando está por la labor, vuelve locos a golpe de compás al guitarrista, que intenta una especie de bebop flamenco de lo mas interesante, y a la bailaora, puro almíbar gitano. La cosa debió ser fuerte, porque perdí hasta mi 6X6. Precisamente, el miércoles, en medio de la resaca nada aconsejable de campari, lo que no perdono es haber perdido el carrete que iba dentro de la máquina, pues ésta sí es reemplazable. A mediodía termino con Mario en Casa Morales, más de 150 años de historia de Sevilla, pero sin un Paul Morand para escribirla. Paso luego la tarde rodando vídeo en miniDV, quizás para hacer más lamentables todas estas pérdidas de tiempo. Por la noche vuelta a empezar; flamenco con Alfonso de Miguel, en vídeo ‘el viento que agita la cebada’ de Kent Loach, …..

 

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MATEMÁTICAS DEL CAOS Y “THE WILD BUNCH”

El lunes voy al cine de verano, y, como la película es lo de menos en estos casos, un mero pretexto, me encuentro con una especulación sobre fractales y matemáticas del caos como soporte de una vulgarcita peli sobre crímenes en serie. Me evado pensando en los fractales, en su relación con el Arte, en la necesidad de volver a conciliar las humanidades y las ciencias, en el motivo por el que dejé esos estudios, y en el porqué nunca he abandonado del todo el mundo del Derecho. En una pregunta que desde que la formuló Navarrete Urrieta, a propósito de los juicios de Nurenberg, sigue siendo clave en todo esto. en Kelsen, Radbruch … Para salir de toda esa especulación vana en el vacio me meto de lleno en el filme de Sam Peckinpah. Pura poesia redentora. Buen final para un dia raro.

 

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GODARD, WAGNER, DRIEU, HAMMERSHOI…

Nombres, nombres, demasíados nombres. Y si leyese más diarios, o comprase más CDs, o viese más cine… Más nombres habría. Un sobreesfuerzo para vencer un vacío que, al final, se impone.

            Una obsesión: llegar alguna vez a saber algo sobre los mecanismos que controlan mi memoria. Años de esfuerzo y numerosos intentos y procedimientos. La conclusión era ya sabida antes de comenzar. Imposible. Somos memoria, mas memoria descontrolada. Polvo al final. Reverteris.

            Como España es el único país del mundo donde existe una ley que regula la memoria de sus ciudadanos, me impongo la oblicación de recordar estos últimos días. La vuelta al día en ochenta mundos, que dijo Cortázar. Del miércoles me queda que fue una tarde frustrada por el sueño. Del jueves, algo más. Pasé la tarde con Hugo (mi hijo), oyendo dos CDs que habían quedado en un kiosko, descolgados de una colección. Los compro sólo por eso, sin mirar más. Y me encuentro con un nuevo golpe de una verdad indiscutible. La casualidad no existe. Todo es causal, basta a veces dejar a nuestra voluntad que actúe a su libre albedrío, al igual que la memoria, para que de ese descontrol surja orden en el caos. Toda sucesión matemática es posible, si se enuncia bien la proposición que la regula. Fractales y matemáticas del caos otra vez. Suena el “Adagiet” de la quinta de Mahler. Luego un Wagner, versionado por Uri Caine, y grabado en el Quadri. Demasiada Venecia. El mundo es una sucesión de máscaras que ocultan otras. Sevilla es una cebolla. Venecia la esencia de lo oculto. Por la noche conozco a Philomene en La Carbonería. Se marcha de Sevilla al día siguiente. Veo “Interview” de Buscemi. Recuerdo del viernes, únicamente, que me levanté pensando si existía todavía o era un sueño sobre mi mismo. Vi los diarios sólo por saber si era cierto que estábamos a 8-8-08. Parece ser que sí. Acabé el día a las seis de la mañana oyendo un recitativo inexplicable. Más inexplicable aún que, siendo casi lo que prefiero de esa artista, sea lo único que nunca le he comentado, creo. El resto de comentarios tampoco es de mayor interés. Las dos únicas artistas francesas con las que hablo no entienden nada de mí francés chapucero. Yo a ellas tampoco, casi.

            El sábado ha sido una tormenta de ideas que, al final, han acabado en naufragio a fuerza de chocar unas con otras. La tormenta, más que desatarla, la azuza un magnífico Godard, el de “notre musique”. <<Semper fidelis>>, como dicen los marines USA, a sí mismo. Ideas confusas e imágenes claras: de una serena belleza, propia de la genialidad de quien viene ya de vuelta, pero sabe que esa vuelta es parte de la obra. El guión, las frases, su estructura me encandilan. Más causalidad: La Divina Comedia espera desde hace una semana a ser releída junto a mi cama. Habla de imágenes anfibolentes, de máscaras que encubren otras. Un Godard que roza en cine a La Rochefaucauld. Habla de la memoria y la duda. Igual que las fotos de VB y LL. Antes de eso he tenido una charla sobre política con Elena. ¿Cómo es posible tanta confusión en lo que, se supone, es mi especialidad en Derecho?. Lo cierto es que sabré algo de estructuras políticas, de ideas… Elena, al menos, coincide conmigo en alguna cosa. No debo de andar tan perdido como a veces creo. Sigue el curso del río: política y me aclaro sobre mis refugios artificiales. Carezco de la fuerza suficiente como para afrontar el dolor externo de frente. El mío propio, o tal vez mi egoísmo, me impiden pensar en los grandes males. Me quedo en blanco y me entrarían ganas de llorar como un niño. Esos sentimentalismos no me los soporto. ¿Estoy cayendo en un cinismo estético también?. Me refugio en una página web de amistades ficticias todo el resto de la tarde. Elena se marcha. Ana baila muy bien flamenco, sin necesidad de tenerme como público. Me pongo a escribir todos estos sinsentidos a esta hora, después de haber visto unos cuadros de Hamershoi en una página de un periódico. El pintor del silencio enigmático. He olvidado a Drieu. Una frase sobre Celine me lo recordó esta tarde. Sólo diré una cosa. Sólo he tenido miedo a dos hombres en mi vida: a J.P. Witkin y a él.