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LA AMBICIÓN DEL PODER. Por José Manuel Colubi Falcó

 

5 xopi chao chao

Trasunto del Poder

Xopi

2008

 

Alrededor del 410 a.C. se representa el drama Las fenicias, de Eurípides (480-405 a.C.): guerra, desequilibrio entre los intereses individuales y los colectivos, separación entre elocuencia y moral…, éstas son algunas constantes del momento. En la tragedia, Etéocles y Polínices, hijos de Edipo, se enfrentan a muerte: ambos han pactado el ejercicio del poder en Tebas por turno, pero el primero, consumido el suyo, no quiere ceder. Inútiles resultan los ruegos y consejos de la madre. He aquí las palabras del primero en su diálogo con Yocasta (vv. 499-525):

   «Si para todos la misma cosa fuera bella y sabia a un tiempo, no existiría entre los humanos la discordia suscitadora de disputas. Mas nada hay semejante ni igual para los mortales, salvo en los nombres. Esa realidad no existe. Así que, madre, hablaré sin ocultar nada. Al oriente de los astros, del sol, iría yo, y bajo tierra, si capaz fuese de hacerlo, con tal de tener la más excelsa de las deidades: el Poder. Así, pues, madre, ese bien no quiero cederlo a otro más que guardarlo para mí, que cobardía es que quien ha perdido lo más tome lo menos. Además vergüenza siento de que éste, que llegó con armas y devastando la tierra, alcance lo que pretende. También para Tebas sería oprobio que por temor a la lanza micénica permitiese yo a éste tener mis cetros. Debiera él, madre, llegar a una reconciliación no con armas, pues la palabra conquista todo lo que también el hierro de los enemigos podría hacer. Con que, si quiere habitar esta tierra con otra condición, lícito le es, pues voluntariamente no consentiré en aquello: en ser su servidor, siéndome posible mandar. Ante ello, ¡venga el fuego, vengan las espadas, uncid los caballos, los llanos llenadlos de carros!, que no cederé a éste mi poder. Porque si hay que cometer injusticia, por el Poder bellísimo es cometerla, aunque en lo demás haya que ser pío.»

   Y las de la madre (vv. 528-558):
«¡Hijo, Etéocles!, no todo son males en la vejez, sino que la experiencia puede decir algo más sabio que la juventud. ¿Por qué te entregas, hijo, a la peor de las divinidades, a la Ambición?…  Injusta diosa: En muchas casas y ciudades felices entra, y sale sobre la ruina de quienes se abandonan a ella, por la que tú estás loco. Más bello es, hijo, honrar la Equidad, que siempre une a amigos con amigos, ciudades con ciudades, aliados con aliados. Pues lo equitativo es duradero para los humanos, mientras que frente al Más levántase siempre enemigo el Menos e inicia el día odioso… El ojo sombrío de la noche y la luz del sol recorren por igual el ciclo del año y ni uno ni otro siente envidia cuando es vencido… ¿Por qué al Poder, injusticia espléndida, honras sobrenaturalmente y lo consideras grande? ¿Para ser visto colmado de honores? Cosa vana. ¿Es que quieres sufrir mucho guardando mucho en palacio? ¿Qué es lo más? Nombre sólo tiene, pues lo bastante es suficiente para los sensatos. No, ciertamente, no poseen los mortales como propias las riquezas, sino que conservando las de los dioses velamos por ellas, y cuando quieren nos las quitan de nuevo. El Poder no es firme, sino efímero.»

 

[El Alca, año I – nº 5, octubre de 1991]

 

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LA ERÓTICA DEL PODER (EURÍPIDES, FENICIAS 503-558). Por José Manuel Colubi Falcó

 

JESÚS CONDUCIDO ANTE PILATO (II). Por José Manuel Colubi Falcó

 

Pilato por Duccio maesta (detalle)

Pilato se lava las manos

(detalle)

Duccio di Buoninsegna

(1255-1318/1319)

 

Traduzco el texto griego de las Actas de Pilato, de la B.A.C.:

   2. »Los judíos dicen a Pilato: «Elevamos a Tu Grandeza esta solicitud de suerte que comparezca él en tu tribuna y sea oído.» Y Pilato […] les dice: «¿Decidme cómo puedo yo, que soy gobernador, examinar a un basileo [rey]?» Responden: «Nosotros no decimos que él es basileo, sino que él se dice así.» Pilato, llamado el mensajero, dice: «Sea traído a mí Jesús con equidad.» Salió éste y, habiéndolo reconocido, inclinóse ante él y tomado el manto suyo en la mano lo desplegó en tierra y dice: «Señor, pasa por aquí y entra, te llama el gobernador.» Los judíos […] gritaron contra Pilato: «¿Por qué no le mandaste entrar por voz de pregonero, sino por mensajero? Pues el mensajero, habiéndolo visto, se inclinó, desplegó en tierra su manto y ha hecho que pase por él como un basileo.» 3. »Pilato, llamado el mensajero, dice: «¿Por qué hiciste eso, y extendiste tu manto sobre la tierra y has hecho que Jesús pase sobre él?» El mensajero responde: «Señor gobernador, cuando me enviaste a Jerusalén a casa de Alejandro, lo vi sentado sobre un burro, y los hijos de los hebreos llevaban en sus manos ramos […], otros extendían sus vestidos en el suelo diciendo: “Sálvanos tú, que estás en lo más alto, bendito el que viene en nombre del Señor.” 4. »Los judíos […] dicen al mensajero: «Los hijos de los hebreos clamaban en hebreo, ¿de dónde, pues, te llegó el griego?» Aquél responde: «Pregunté a uno de los judíos y dije: “¿Qué gritan en hebreo?” y él fue mi intérprete.» Pilato dice: «¿Cómo gritaban en hebreo?» Los judíos responden: «Hosanna membromê. Barujammâ. Adonaí». Y Pilato: «Y hosanna y el resto ¿qué significa?» Los judíos responden: «Sálvanos tú, que estás en lo más alto, bendito el que viene en nombre del Señor.» Pilato dice: «Si vosotros dais fe de las voces dichas por los jóvenes, ¿en qué erró el mensajero?» Ellos callaron. El gobernador dice al mensajero: «Introdúcelo como quieras.» […] Aquél se condujo como antes y dice a Jesús: «Señor, entra, el gobernador te llama.»

 

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LA SUERTE DE PILATO. Por José Manuel Colubi Falcó

RELACIÓN DE PILATO SOBRE JESÚS REMITIDA A AUGUSTO. Por José Manuel Colubi Falcó

«ECCE HOMO» (POEMA SACRO) [3]. Por Lauro Gandul Verdún

PRODIGIOS DE LA CRUCIFIXIÓN Y RESURRECCIÓN. Por José Manuel Colubi Falcó

INJURIAS A JESÚS. Por José Manuel Colubi Falcó

 

PENÉLOPE. Por José Manuel Colubi Falcó

 

OdiseoyPenélope-FrancescoPrimaticcioOdiseo y Penélope

Francesco Primaticcio

1505-1570

 

«Esto es la tela de Penélope», suele decirse cuando se hace algo cuyo fin no se ve nunca. Su origen está en la segunda obra de la historia literaria europea, la Odisea, el poema de Odiseo, de Ulises, cuyas aventuras canta Homero, hasta su llegada a la patria, Ítaca, después de diez años de guerra en Troya y otros tantos de regreso peregrino por el mar. Allí lo recibe su mujer, Penélope, no sin prevención ni recelos, quien lo somete a prueba para asegurarse de que aquel mendigo es realmente su marido, el rey de Ítaca.

         Penélope es, en la Odisea, el símbolo de la fidelidad conyugal y de la astucia femenina, consonante con la sagacidad de su amado y esperado marido, Odiseo, «fecundo en recursos», según traducción del doctor Segalá. Hija de Icario y de la náyade Peribea, Penélope es el premio que recibe Ulises por su triunfo en una carrera sobre los otros pretendientes. Reyes de Ítaca, su vida feliz se ve turbada por el rapto de Helena, que obliga al rey a partir en dirección a Troya junto con los otros príncipes griegos, para vengar la afrenta. Tomada la ciudad después de diez años largos de guerra, todos emprenden el regreso, nóstos, nostálgicos de sus respectivas patrias.

         Mas no todos llegaron en breve. Ulises y sus compañeros navegaron, perdidos, durante mucho tiempo, hasta que el año décimo pisó nuevamente Ítaca nuestro héroe. Durante veinte años, pues, guarda su ausencia la fiel Penélope, en casa, donde al poco de la partida de Odiseo comienzan a asediarla innúmeros pretendientes, los jóvenes de esas tierras, prendados de su hermosura y de sus virtudes, quienes en palacio viven una vida regalada, indiferentes a los reproches de la reina. Ésta, agobiada por sus solicitudes, promete casarse con el que ella elija cuando haya terminado el sudario de su anciano suegro Laertes. Sellado el pacto, la reina teje el sudario de día, mas de noche desteje todo lo que durante el día ha tejido, y así pasan los meses y los años hasta que, desvelado el ardid por una de las criadas, no tiene más remedio que terminarlo. Mas Penélope, consciente de la debilidad de aquellos jóvenes que vivían hundidos en la molicie, para librarse de ellos y seguir esperando a su marido, promete casarse con aquel que logre tensar el arco de Ulises en una prueba común a todos en presencia de los itacenses. Llegado el día y ante los espectadores, como nadie fuera capaz de tensar el arco, un mendigo se presenta, apela a la equidad de los jueces y a la promesa hecha por la reina y, aceptado en el certamen, toma el arco, lo tensa y se manifiesta al pueblo y a la reina como Ulises, el rey, feliz por pisar nuevamente su patria tierra. Alcínoo, rey de los feacios, había hecho posible su regreso.

ALCALDES, O ZOQUETES. Por Rafael Rodríguez González

En Paraguay llaman zoquete al cargo público. Ignoro si con la misma exactitud guasona que aquí lo haríamos.

            El alcalde de Sabadell, el de X, el de Y, el de K —nos faltarían letras en el alfabeto—, están imputados como presuntos culpables de prevaricación en distintos grados, siendo la sirvengonzonería en grado superlativo el denominador común. Enjuiciados judicialmente no están todos los alcaldes de España, es cierto, pero en el discernimiento popular se salvan poquísimos.

            El de Sabadell, uno de los alcaldes más cursis de España, dijo, al dejar en suspenso su cargo: «Me aparto unos centímetros», como el que va a freír un huevo y no quiere que le manche el aceite. El que no manchó su honor fue un antecesor suyo, que echó a empujones de su despacho a un empresario que intentó sobornarlo. «Me aparto unos centímetros», dice el relamido. Lo que tienes que hacer es irte al infierno, mamarracho.

            «El mejor alcalde, el rey». Pues ya ni eso.

            Un amigo, tan exagerado como casi todos los que tengo, jura que iría a comer con un alcalde sólo si este devolviera todo lo que se haya comido. Y puntualiza: «Antes, antes».

            Otro dice que, en un futuro, la sociedad habrá alcanzado tal nivel de equidad y conciencia que los encargados de ejercer el mínimo control necesario lo serán por rotación. Vale, pero no creo que a la Humanidad le quede tanto tiempo.

            A Pepe Isbert y a Manolo Morán, alcalde y conseguidor, respectivamente, en Bienvenido Míster Marshall, no se les puede achacar haber creado escuela de alcaldes y conseguidores (pobrecitos míos; digo Isbert y Morán). Además, éstos de ahora ni tienen gracia ni son buenos actores.

            Hay alcaldes a quienes les pierde el ego; a otros, la ambición pecuniaria; los hay que ambas cosas y otras más. Lo que es seguro es que para entonces el ego y la ambición ya habrán echado a perder sus municipios.

            «La gente es tonta, ¡un hombre honrado no puede ser alcalde!». Esto se lo oí, siendo yo un pollo, a un viejo que hablaba con otro acerca de la conveniencia de que fuese nombrada alcalde determinada persona (a la que conocí y traté muchísimo). Es una verdad que nunca tomé como absoluta.

            «¿De dónde vienes?», le pregunta un paisano a otro. «De pedir cita con el alcalde, ¡y vaya lo que me han dicho!». «¿El qué?». «Esto: ¿pero usted quién se ha creído que es?». Tal hecho, no se confundan, sucedió en Zamarra de Enmedio.

            Hay alcaldes que son muy sonados; otros hay que están más sonados que los rivales que le buscaban a Urtain. Se puede pertenecer a ambos grupos simultáneamente.

            Los zoquetes demostradamente corruptos, y también los sospechosos de serlo, son votados elección tras elección. La mayoría de esos votantes considera que hacen bien (los alcaldes), porque «yo haría los mismo». ¿No es para sentirse orgullosos de esos votos? En la democracia de los piratas, es decir, en la realmente existente, sí.

LA ERÓTICA DEL PODER (EURÍPIDES, FENICIAS 503-558). Por José Manuel Colubi Falcó

Etéocles y Polinices
Giovanni Battista Tiepolo
1696-1770

Tras la caída de Edipo, sus hijos, Etéocles y Polinices, asumen el gobierno de Tebas, acordando ejercer el poder –Tiranía en el texto, deificada y equivalente a Poder- por veces alternas, anualmente. Consumido su turno, el primero se niega a cederlo, dando lugar a una guerra que acabará con la muerte de ambos. En la escena, la madre intenta, en vano, hacerles entrar en razón.

            Eurípides (480-405 a. C.), el «filósofo de la escena», critica, desde ésta, la ambición espuria de poder, expresión máxima del desequilibrio entre el interés particular y el general que se produce en la Atenas de la segunda mitad del siglo V a. C. Y lo hace recurriendo al mito tebano, trágicamente, al igual que hará con las guerras en sus tragedias del ciclo troyano.

            Interés individual, o de parte, y común disociados, Justicia y Derecho pisoteados por la Ambición de poder –también deificada aquí-, la Historia nos enseña infinitos ejemplos de lo que han sido capaces los hombres por alcanzarlo o conservarlo como sea. Hasta hoy. El texto griego, que traduzco, dice:

            «Etéocles.- Yo, madre, hablaré sin ocultar nada. Hasta los ortos de los astros, del sol, yo llegara, y al interior de la tierra, si capaz fuese de hacerlo, con tal de tener a la más grande de las diosas, la Tiranía. Y ese bien, madre, no estoy dispuesto a cederlo a otro, sino, mejor, a conservarlo para mí. Pues que uno, perdiendo lo más, tomara lo menos, falta de hombría fuera.

            »Además, vergüenza me da que éste, que viene con armas y devastando la tierra, alcanzara lo que pretende. Para Tebas sería un deshonor eso, que por miedo a la lanza micénica cediera yo mis cetros para que él los tuviera… Así que, si quiere vivir de otro modo en esta tierra, puede, que yo voluntariamente no consentiré en aquello. ¡¿Siéndome posible mandar, llegar yo a ser su siervo algún día?!

            »Ante eso, ¡venga fuego, vengan espadas, uncid los caballos, llenad de carros los llanos, que a ése no cederé yo mi Tiranía! Porque si hay que hacer injusticia, lo más hermoso es hacerla por la Tiranía, aunque en lo demás haya que ser pío.

            »Yocasta.- ¡Hijo, Etéocles! No todo son males en la vejez. La experiencia puede decir algo más sabio que la juventud. ¿Por qué, hijo, te aferras a lo peor de las diosas, la Ambición? ¡Tú no! ¡Injusta es esa diosa! En muchas casas ha entrado, y en ciudades felices, y ha salido, para ruina de quienes se abandonan a ella… Enloqueces por ella, tú. Hijo, mejor es honrar la Equidad, que siempre ata a amigos con amigos, a ciudades con ciudades, a aliados con aliados. Pues lo igual es, para los hombres, estable, mientras que frente al Más siempre se levanta como enemigo el Menos y desciende hasta días de odio… El ojo sin luz de la noche y la luz del sol recorren por igual el ciclo anual y ni uno ni otro de ellos siente rencor cuando es vencido… ¿No soportarás tener igual porción de palacio y repartirlo con éste? ¿Dónde está la injusticia?

            »¿Por qué honras tan sobremanera la Tiranía, una injusticia feliz, y eso lo consideras grande? ¿Para ser admirado como persona honorable? Vaciedad, sí. ¿O quieres sufrir mucho teniendo mucho en palacio? ¿Qué es lo más? Sólo un nombre, pues a los sensatos les basta lo que es suficiente. Los mortales no han ganado como propia la riqueza, sino que cuidamos los bienes, ¡de los dioses!, cuando los tenemos, y cuando quieren nos los quitan de nuevo. El poder no es seguro, sino efímero».

            P.S. Este documento, en griego, de dificultad cierta, fue objeto de estudio (análisis, traducción y comentario), en los primeros años de la década de los ochenta del pasado siglo, a cargo de alumnos del Curso de Orientación Universitaria, cuyas edades oscilaban entre los diecisiete y dieciocho años, en el Instituto Cristóbal de Monroy. Habida cuenta de la dificultad del texto, se requería a veces la ayuda y, por supuesto, la corrección del profesor, que, entre otras funciones, para ésta está. ¿Hoy eso sería posible?