NIÑO ELÍAS, MÚSICO («Historias de vidas»). Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2004

Manos de N. Elías

Manos de Niño Elías

Foto: ODP

2004

 

En su casa siempre ha escuchado flamenco. Dice el artista: -En el aspecto del flamenco, a mi padre yo se lo debo todo-. Su abuelo era una persona muy flamenca, de dos y tres días de fiesta. Su padre, también. Los discos de pizarra giraban cotidianamente reproduciendo los cantes y los toques antiguos dentro de su casa familiar.

            -En mi padre siempre he tenido al mayor crítico. Afortunadamente me ha puesto en el camino del sacrificio porque entiende de arte, porque lo ha vivido también, porque en esas fiestas de dos y tres días él ha escuchado a una serie de artistas de la época de oro del flamenco (La Niña de los Peines, Vallejo, Tomás Pavón, Manolo Caracol, Canalejas, Sevillano, Antonio Mairena…), los ha escuchado en vida y cuando todavía todos estos grandísimos artistas estaban en su apogeo. Así que, yo he tenido una gran escuela a través del conocimiento propio de mi padre, que ha sido mi guía en el cante, más que en la guitarra, porque sin el cante no habría ni guitarra ni baile en el flamenco. El cante es el mensaje en sí. A mí me gusta más el cante que la guitarra. A mí me cuesta trabajo tocar, pero a mí lo que me importa es transmitir. Transmitir directamente lo que siento. Si no transmito con mi música, no vale para nada, lo haga más rápido o más lento; si transmite es que es buena. La necesidad de transmitir arranca del miedo y del dolor, de donde me llega una energía que transfigura algo que está en mi mente y que se transforma en arte, en algo bueno. Sentir es amar y a la vez protestar. En esa pelea, al final, yo tengo que acabar con el mando; y cuando rompo empiezo a respirar, y ahí va ese mensaje abstracto a través del sonido de la guitarra, que yo sé que no es sólo sonido sino, también, amor-.

            En el barrio sevillano de Torreblanca Niño Elías era un niño que además de jugar a la pelota, montar en bicicleta o corretear imparable por las calles, además de hacer lo propio del niño de diez u once años que era, además, tenía facilidad para la guitarra y tiempo, y ganas, para juntarse con los viejos aficionados de ese barrio que le ponían el flamenco que sabían y le contaban de Niño Ricardo, de Montoya, de Manolo Badajoz, de Sabicas, de la Alameda antigua cuando el emporio del cante, de la Triana de los corrales… -Porque en Torreblanca había mucho de la Triana de la cava de los gitanos, de la cava de los civiles, de la calle Pagés del Corro, de la calle Castilla…-.

            Aprendió mucho de aquellos viejos: – Ellos me instruyeron, gente casi analfabeta en lo que es la cultura de los libros, pero catedráticos con plaza fija en lo que es la vida, en lo que es pasar fatiga, hambre, necesidad; y me hablaron de los artistas, y de tanta muerte diaria de aquellos hombres y mujeres de una época, que ya no es ésta, afortunadamente, en ese aspecto de tanto sufrimiento para comer y poder sobrevivir, que padecieron aquellos talentos del cante de todos los tiempos-.

            Durante dos veranos, una vez por semana y para recibir enseñanzas, iba a la casa de Eduardo el de la Malena, discípulo directo de Niño Ricardo, guitarrista flamenco que vivía en la Alameda, sobrino de la bailaora La Malena: -De ahí me viene mi forma de tocar de los tocaores antiguos-.

            Con 17 años su primo Juan le presentó al maestro Mato y él recuerda que conocer a aquella figura señera, a aquel artista, le permitió ver que el camino de la música era el que tenía que seguir. En la memoria le ha quedado a Niño Elías la imagen de aquel adolescente boquiabierto que, tan atentamente, escuchaba lo que el maestro le contaba sobre la América de Frank Sinatra o María Callas. Con el maestro Mato aprendió sobre la grandeza de lo que puede llegar a ser una persona en el mundo de la música con el conocimiento y con la afición, y que, al mismo tiempo, para llegar a expresar en el arte un mensaje han de tenerse unas cualidades específicas para lo musical.

            Niño Elías sólo le tiene miedo al camino de perdición que lleva a los seres humanos a la sinrazón de tener para ser. Afirma no alabar la materialidad y que sólo coge de la vida lo que le sea necesario. Y nosotros le creemos.

            -Yo en medio del campo me siento fuera de las leyes de los hombres, porque la ley de la naturaleza es la transparencia, ésta es mi conclusión. A los que tenemos los sentidos abiertos para sentir nos llena tanto el viento, el sol, el agua o las estrellas del firmamento como un cante por seguiriyas o un poema. A mí lo que me gusta es la naturalidad y la pureza. Siento la necesidad del arte porque es una de las vías puras de las abiertas por el hombre para llegar a su libertad en este mundo, mientras viva en él-.

            -El arte tiene que llevarse siempre por el buen camino, porque por el mal camino a dónde se llega no es a la libertad sino a la tiranía, aunque yo, desde luego, nunca he conocido un artista que lo sea de verdad y que sea un tirano-.

 

Niño Elías

El guitarrista

Foto ODP

2004

One comment.

  1. […] NIÑO ELÍAS, MÚSICO («Historias de vidas»). Olga Duarte Piña y Lauro Gandul Verdún, 2004 […]

Post a comment.