«LOCUS AMOENUS». María del Águila Barrios

 
 

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Pato nadando en el Guadaíra
[Foto: LGV Alcalá 2013]

 
 

Aunque parezca que casi todo ha sido destruido, que ya nada queda o, más bien, sólo queden algunos espacios intocados, principalmente Oromana que habiendo sufrido lo suyo parece ya reconocido como espacio ameno, es posible aun encontrar otros lugares amenos en este pueblo, en un simple paseo matutino o al caer la tarde cuando el estrés cotidiano del tráfico no se ha iniciado o empieza a cesar, cuando muy temprano huele a pinar en la calle Nuestra Señora del Águila o se levanta una brisa vespertina que sabemos nos viene del Guadaíra y entra por la calle de La Marea.

   Estos espacios amenos perviven en el trazado de sus calles, en sus plazuelas y por el caserío que, aunque muy variado, son sus azoteas las que alegran la vista. Son espacios donde aún los vecinos tienen los zaguanes abiertos y entra el sol del amanecer o se enciende en ellos la lucecita al atardecer. Hay calles amenas en este pueblo por las que se puede pasear gratamente y sentir que no todo está perdido y que no teniendo un centro histórico en el que embelesarse sí hay una tradición popular en barrios no tan céntricos.

   El paseo desde Malasmañas al Paraíso atravesando Dulce Nombre y bajando por Cuesta del Rosario en una mañana de sábado es agradable. También recorrer el laberinto de callecitas en Pablo VI y acabar en la Plaza de las Flores o estar una tarde por la barriada de los Toreros y parar en la plazoletita de Los Gallos. ¡Ojo! sin acercarse al desastre urbanístico que dejó desheredado al barrio del nombre. El cerro de los Locos también es un lugar ameno. Este año paseé por allí un domingo de Cuaresma y algún vecino había colocado un incensario en su ventana, en otra ventana oía el soniquete de una radio donde además sonaba la válvula de la olla exprés de alguna cocina en la que se estaría preparando algún puchero o cocido. Sonidos y olores de vida interior que son gratos para el paseante. Incluso agrada ver cómo alguna que otra casa tradicional ha sido arreglada conservando su fachada e interior originarios. La urbanización de Los Pinares menos dada a los interiores sonoros, sí es generosa en exteriores ajardinados.

   Y así, entre barrio y barrio, encuentro lo grato cotidiano que mitiga lo ingrato rutinario.

 
 

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Molino de Oromana
[Foto: LGV Alcalá 2013]

 
 

[La voz de Alcalá, 15 al 30 de junio de 2016, año XXV nº 432]

 
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