LAS CARAS DE TALES. Por José Manuel Colubi Falcó

 

Mercado romano de Mileto (Museo Pergamo-Berlín)

Mercado romano de Mileto

Museo de Pérgamo

Berlín

 

Entre los numerosos nombres de leyenda que nos ha legado el Mundo Antiguo, pocos hay equiparables al de Tales. Iniciador del saber racional, ha nacido en una ciudad marinera, Mileto, que es metrópoli de colonias, lonja de mercaderes… y lo será de físicos, estudiosos de la physis, de la naturaleza.

   La cuna de la filosofía no es un remanso de paz, la celda de un monje, ni tampoco un eremita el fundador. Tales, un viajero más, ha visitado Egipto, Babilonia… y entrado en contacto con los sacerdotes. Fruto de sus viajes, relaciones y estudios, es hombre preparado, que predice eclipses (el del 28 de mayo del 585 a. C., cuando en batalla lidios y medos «el día se hizo noche»), que mide la altura de las pirámides (por la sombra que proyectan), que ve un alma inmortal en todo, incluso en las cosas inanimadas, según la piedra magnética y el ámbar (élektron, en griego, el lector deduzca); que saca de apuros a Creso desviando el curso del río mediante un nuevo álveo que abraza al ejército por la retaguardia («y así lo pasa a la otra orilla»).

   Un hombre de clara visión política que aconseja a los jonios que formen una federación con centro en Teos, para, así, defender su independencia frente a los persas, y que, en el futuro, causará más de un trauma a los estudiantes con su teorema y su incansable búsqueda del arkhé, el principio, la fuente y substancia de todo lo existente, que él halla en el agua.

   Faceta científica ésta, otras, más atractivas, presentan un Tales cotidiano, un sabio despistado que cae en un pozo mientras observa los astros, provocando las risas de la criada, quien le reprende su afán por conocer lo de arriba cuando ignora lo de abajo, lo que hay cabe sus pies; o comerciante, que, como se le echara en cara que la filosofía no servía para nada (nada nuevo bajo el sol, pero hoy somos más sufridos: forman su séquito de trastos inútiles el griego, el latín, el francés, la lengua, la literatura, la historia, etc., etc., etc.) y él hubiese previsto una gran cosecha de aceitunas, toma en arriendo todos los molinos de aceite, y, a su honra, ejerce de monopolista; un Tales comerciante, que, al preguntarle un discípulo que debe pagar por su enseñanza, contesta: «Si reconoces haberlo aprendido de mí, pagarás la paga justa.»

   O el Tales hijo, quien, cuando su madre a diario le insta a que se case, responde con un «Todavía no es hora», hasta que un día, ante tanta matraca, tan femenina y maternal, resuelve el problema y dice: «Ya ha pasado la hora». O que, al preguntársele por qué no procrea hijos, replica: «Por amor a los hijos». Ni vida ni muerte le quitan el sueño, pues no se diferencian en nada, y por eso, cuando uno le espeta: «¿Y tú por qué no mueres?, responde: «Porque no hay diferencia».

   Es, además, varón agradecido, al Hado, por tres razones: ha nacido hombre y no bestia, varón y no mujer, griego y no bárbaro. Y muere en el estadio, viejo ya, y sobre su sepulcro se lee: «Sí, pequeña es esta tumba, pero su gloria llega al cielo. Mírala, es la del prudentísimo Tales».

   La tradición nos ha transmitido muchos apotegmas suyos: «Las muchas palabras no muestran opinión prudente»; «Afámate por una sola cosa: la sabiduría»; «Elige una cosa sola: el bien»; «No hermosees tu aspecto, si no eres honesto en tus ocupaciones».

   Pobre Tales, desde chico con estas manías…

[El Alcalá, Año V, número 56, mayo de 1996]

 
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2 comments.

  1. […] antaño en la escuela, eran hombres amantes del saber, gobernantes o legisladores, y fueron: Tales de Mileto, Solón de Atenas, Periandro de Corinto, Cleobulo de Lindos, Quilón de Esparta, Bías de Priene y […]

  2. […] en la tradición, su nombre, que será también el de la belleza. Así hasta que, en Mileto, Tales introduce la razón en la investigación de la […]

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