¿QUÉ PASA EN CATALUÑA? (GRANDES REFLEXIONES DE UN PEQUEÑO BURGUÉS LIBERAL). De la serie «RECORTES», Nº 100. Por Pablo Romero Gabella

 

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(Foto:  Manuel Verpi)

 

«Entusiasmo.  Entusiasmo. En ninguna región de España se sabe lo que es el entusiasmo si no es en Cataluña. Hay que reconocer que esos sentimientos que los catalanes exteriorizan de una manera tan contingente son típicamente multitudinarios y, en la medida de lo posible, unánimes. Entusiasmo multitudinario no hay más que uno en España: el de los catalanes. Decía alguien: “A nuestro pueblo le entusiasman estas grandes paradas de la ciudadanía (1). No se sabe pasar muchos meses sin provocar alguna. Pero acaso entre una y otra, aunque sólo mediasen tres o cuatro meses, tendría alguien que preocuparse de rellenar el tiempo con una tarea que tal vez no sea del todo superflua: la de gobernar, la de administrar, la de hacer por el pueblo algo más que ofrecerle ocasión y pretexto para estos deslumbrantes espectáculos”.

   Hoy me sería absolutamente imposible encontrar un solo anticatalanista. Hasta  los que votaron contra nosotros —me dicen los triunfadores—  participan del júbilo. No creo que todas esas gentes que en los pueblos de Cataluña engalanan sus casas con banderas catalanas sean de la Esquerra. El separatismo es una rara substancia que se utiliza en los laboratorios políticos de Madrid como reactivo del patriotismo, y en los de Cataluña como aglutinante de las clases conservadoras. Para saber más, para anticipar algo de lo que pueda pasar en Cataluña, habrá que buscar, no a las masas que gritan entusiasmadas en un momento dado y vuelven luego a sus tareas de siempre, sino a los hombres representativos del pensamiento de Cataluña, porque estos hombres a veces arrastran tras ellos a la multitud.

   En Cataluña no pasará nada. Es decir, no pasará nada de lo que el español no catalán recela. En Cataluña hay, por encima de todo, un hondo sentido conservador que se impondrá fatalmente. Yo no sé si los hombres de la Esquerra, profesionales casi de la revolución, se resignarán a aceptarlo. Si no lo hacen, peor para ellos. Estos hombres de la Esquerra que hace quince días aparecían a los ojos de las gentes de orden como unos terribles demagogos, apreciarán exactamente de dónde les ha venido el impulso que les lleva de nuevo al poder y cómo y por qué pueden perderlo. Puede ocurrir que los consejeros de la Generalidad no sepan desempeñar con la misma brillantez el papel de revolucionarios que el de gobernantes. Cuando algunos hombres de la Esquerra dicen que vienen a algo más no aciertan a decir exacta y concretamente qué es lo que ha de ser este algo más. Es sencillamente un difuso revolucionario, un arrastre sentimental de viejas rebeldías periclitadas, un no resignarse a reconocer que se ha pasado fatalmente al otro lado de la barricada. No queda más que una verdad; el sentimiento republicano autonomista e izquierdista del pueblo catalán, que ha llevado al triunfo a los hombres de la Esquerra. ¿Podrán éstos responder a lo que el pueblo catalán les pide al ponerse en sus manos?

   Reconozcamos que Cataluña tiene esta virtud imponderable: la de convertir a sus revolucionarios en puros símbolos ya que no puede hacer de ellos perfectos estadistas.  Los parlamentarios catalanes son malos, notoriamente inferiores a su edificio, porque un buen parlamentario no se improvisa ni se construye tan fácilmente como un Parlamento. No quiere esto decir que Cataluña sea incapaz de dar buenos legisladores. Con la instauración del régimen autonómico Cataluña se ha encontrado ante la necesidad de disponer de dos o tres stocks de legisladores. Hace falta un equipo para el Gobierno de la Generalidad, otro para mandarlo a Madrid, al Congreso, y otro, para constituir el Parlamento catalán. ¿ Quién convence a ochenta y tantos señores de que son absolutamente superfluos? ¿Quién es capaz de llevar el ánimo de unos hombres que cobran mil pesetillas mensuales la convicción de que deben dejar de cobrarlas? Porque la verdad es que el pueblo catalán, después de tener en la mano, como hoy tiene, las libertades tanto tiempo anheladas, lo que necesita urgentemente son hombres que sepan utilizarlas.

   Han sido pésimos abogados de su propia causa, han triunfado sólo porque detrás de ellos estaba todo un pueblo que manifestaba una vez y otra su invariable voluntad de poder. Los políticos catalanes son inferiores al pueblo. Los mejores hombres de Cataluña se consagran, por temperamento y por tradición, al servicio de la industria, las artes, el comercio y la pura especulación.

   Si a esto se une el egoísmo de las clientelas políticas, la codicia y el anhelo de conservar el poder en las mismas manos, el pueblo catalán no logrará ahora tampoco el alto exponente a que tiene derecho. Ochenta y tantos hombres que quieren seguir cobrando unas dietas no tienen derecho a restar calidad a un pueblo.

   —Por cierto, aquel periodista no sé quién será, pero sonaba a derechas, ¿no?»

 

[Manuel CHAVES NOGALES, ¿Qué pasa en Cataluña?, Córdoba, 2013, págs. 17-19, 21, 25, 39, 41, 56, 59. 76-79 (edición de la Editorial Almuzara que recoge los artículos escritos por este periodista sevillano entre febrero y marzo de 1936 en el periódico madrileño Ahora./ Intervención de Andreu Mas-Colell, Consejero de Economía de la Generalitat, donde hace referencia al periodista, en Diario de Sesiones del Parlamento de Cataluña, X Legislatura, 3er periodo, Serie P, nº 30, 20 de noviembre de 2013]

(1)Las palabras en negrita son mías.

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