MOZART: RETRATO INACABADO. Por Enrique Martín Ferrera (Julio de 2009).

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Retrato inacabado (1789-1790), por Joseph Lange (Mozart Museum de Salzburgo).

Mas qué verán los ojos -¿niño, hombre?-
que así penetran más allá del límite.

(Revelación de Mozart, Gerardo Diego)

Siempre que miro este retrato – ¿quién podría preferir, por acabado o galante, otro distinto?- pienso en unas palabras dirigidas por Leopold Mozart a su hijo: Cuando estabas inmerso en la música, tu rostro expresaba tanta seriedad…, le recuerda el padre en una carta de 1778.

Yo nunca me canso de mirar este retrato inacabado, como tampoco podría dejar de maravillarme nuevamente después de haber escuchado tantas veces los veintisiete Conciertos para Piano y Orquesta que a lo largo de su corta vida, en tantos días de gracia, compusiera el retratado.

El original, pintado al óleo sobre madera, es de pequeño formato. Uno puede buscarlo en el número nueve de la calle Getreidegasse de la ciudad austriaca de Salzburgo, en la llamada “Hagenauer Haus”, casa –convertida en museo en el siglo XIX- donde naciera el compositor un feliz 27 de enero de 1756.

El retrato es obra de Joseph Lange, francmasón como el propio Mozart, actor, pintor y esposo de la célebre soprano Aloysia Weber, hermana mayor de Constanze, con la que finalmente se casaría Wolfgang Amadeus tras pretender durante algún tiempo a la cantante.

Resulta evidente que la intención de Lange era pintar al músico salzburgués tocando el pianoforte, ese borrón informe de la izquierda. Pero, ¿por qué no fue acabado? ¿Qué pudo interrumpir o evitar la finalización del cuadro? A mi juicio, la datación del mismo arroja algo de luz.

Durante mucho tiempo esta pintura se fechó entre los años 1782 y 1783; sin embargo, en una carta dirigida desde Dresde a su mujer, escrita por Mozart el 16 de abril de 1789, éste pregunta a Constanze si ve alguna vez al matrimonio Lange y si el pintor ha avanzado en “el retrato”. Y no cabe duda de que se está refiriendo a su retrato, sabiendo como sabemos que aquel mismo 16 de abril, en Dresde, había posado para un dibujo ante Doris Stock; circunstancia que le haría recordar aquella otra pintura comenzada por su cuñado, que debemos datar, más acertadamente, entre 1789 y 1790, sólo uno y dos años antes de la muerte de Mozart.

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Mozart dibujado por Doris Stock (Dresde, 1789).

Volvamos la vista al inacabado retrato, a ese hechizante perfil. Nuestro músico cuenta sólo treinta y pocos de edad en ese momento, mas cuantas gozosas maravillas en forma de partitura nos había ofrecido ya su genio. Su padre, esa sombra alargada -tan influyente en su vida-, ha muerto hace sólo un par de años. Mozart no cesa en su empeño, busca, no riquezas, sino el reconocimiento debido a su música; y viaja sin tregua, siempre en pos de ese logro, a Leipzig, a Praga, a Dresde, a Berlín, a Mannheim… Como compositor ha conocido ya algunos éxitos de público y también el favor de los poderosos; pero también sabe de su indiferencia, de injusticias, de penurias y pobrezas… Sin embargo, todas esas dificultades no le impedirán continuar componiendo, con más ahínco si cabe; por aquella fecha, su Così fan tutte, entre otras obras; pues la música es y seguirá siendo, hasta el final de sus días, la razón máxima de su existencia.

No, el Mozart de este cuadro no es el Mozart galante que aparece en los envoltorios de los bombones, ese del retrato póstumo que pintara Bárbara Krafft, reproducido hasta la nausea por los mercaderes como emblema y reclamo en las más variadas e insólitas mercancías. En nuestro retrato, inconcluso, como su Réquiem, descubrimos a un Mozart más íntimo y auténtico, sin afectación ni pose de cortesano; a un Mozart cumplido en la razón de su ser, en el destello de ese pasaje musical que brilla en sus ojos, esos ojos que penetran, como diría Gerardo Diego, “más allá del límite”.

mozart-retrato-postumo-barbara-krafft-salzburgo-1819Retrato póstumo de Mozart, obra de Bárbara Krafft (Salzburgo, 1819).

Stendhal, que prefirió a Cimarosa como acompañante para su epitafio, dejó escrito en su “Vida de Mozart”: Como todas las personas dotadas de una gran imaginación era aprensivo y temía a los malestares futuros, angustiándose por la idea de que no iba a vivir mucho tiempo. Entonces trabajaba con tal celeridad y con tal concentrada atención, que solía olvidarse por completo de todo lo no relacionado con su arte.

¡Cuán abstraído y lejos de nosotros en ese instante del retrato! Se podría decir que Mozart conversa a solas, que está dentro de la música, inmerso en el interior de una pequeña y sublime cantata masónica o suspendido en el aire de la más divina de sus arias…

mozart-por-joseph-hickel-1783Retrato al óleo de Mozart, obra de Joseph Hickel de 1783.

De la fecunda iconografía mozartiana, los expertos en la materia sólo salvan, como auténticas reproducciones del aspecto real que tuvo de adulto el compositor, cuatro retratos; incluyendo el de Lange que centra estas páginas y el citado de Dorothea Stock; a los que añaden los estudiosos el de un medallón de cera realizado por Leonhard Posch y el óleo recientemente autentificado en 2008 gracias a la correspondencia del propio Mozart, tras pasar inadvertido más de dos siglos, obra de Joseph Hickel, un pintor de la corte de Viena del XVIII.

En 1829, Constanze, ya viuda de Mozart, y casada de nuevo con Georg Nikolaus von Nissen, uno de los primeros biógrafos del genio difunto, reconocería que el retrato más fidedigno de su primer esposo era el óleo pintado por Joseph Lange. Para mí, sin embargo, el gran parecido al modelo resulta algo accesorio, una consecuencia lógica de lo esencial, que es ese halo sobrenatural que envuelve al músico, todo ese mundo alado e incorporal que se insinúa en el gesto, que lo trasciende; la mirada que vuela, que habita ya muy lejos, en ese absoluto que eleva al hombre del suelo…

primera-pagina-autografa-de-la-flauta-magicaPrimera página autógrafa de la Flauta Mágica.

Como Tamino, contemplo yo este otro retrato. Y, como siempre, recuerdo la melodía de cierto pasaje. Sin despegar siquiera los labios, musito las palabras del joven príncipe de “La Flauta Mágica”: Dies Bildnis ist bezaubernd schön, / Wie noch kein Auge je gesehn!

¡Oh, Mozart! Incluso alguien tan escéptico y desesperado como Cioran llegaría a decir de ti que eras el hombre más completo, el más frívolo, el más profundo, que permaneció tan puro en la alegría como en la desolación extrema.

relieve-en-cera-de-mozart-leonard-posch-viena-1788Relieve de perfil de Mozart en cera, obra de Leonard Posh, realizado en Viena en 1788.

Dejo que suene una vez más el Concierto para piano y orquesta número 23 en La Mayor (K. 488) del salzburgués. La música colma y ennoblece toda la casa. Cómo expresar ese tanto que se nos da a cambio sólo de guardar silencio y un poco de atención. ¿No es extraordinario que unas tripas de carnero tengan la propiedad de hacer salir las almas de su envoltura corporal? –nos dice, en alusión a los efectos de una melodía, el Benedicto de Shakespeare en Mucho ruido y pocas nueces. Escrito por un hombre de treinta años, cuánta madurez encierra sin embargo este concierto, cuántos matices en los siete minutos de su Adagio: el piano que nos arrastra en el tema principal, complacidos, hacia una laxitud resignada que nos promete todo un paraíso; luego, esa transición al dulzor de los vientos y el aliento cálido del resto de la orquesta, y más allá, cuando parece que el movimiento lento toca ya a su fin, esa prodigiosa propina, esos deliciosos últimos dos minutos de pura poesía, esas cuerdas en pizzicato y ese diálogo entre el solista y los instrumentos de viento, ese pianissimo que va alejando de nosotros la línea melódica en delicada despedida. Y uno comprende entonces aquello que dijo sentir Stendhal, al salir de la florentina Santa Croce, como consecuencia de una sobredosis de belleza.

Esta música no tiene aristas. ¡Qué alejada de otras arquitecturas musicales, efímeras siempre, tan arropadas por plumas de colores, artificios y efectos especiales! Mirando el retrato inacabado de Mozart, escuchando a Mozart, quién podría pensar en las costuras rotas de este mundo. Esta música está bendecida por los dioses; es tan imprescindible como el agua de lluvia que, cual caricia, cae sobre nosotros, devolviéndonos la esperanza, el olor limpio a tierra mojada que sigue al aguacero, las fuerzas perdidas, los ojos de aquel niño que un día tuvimos…

partitura-dies-irae-requiemPágina de la partitura autógrafa del Requiem de Mozart (Dies Irae).

10 comments.

  1. Querido Enrique:
    ¿Qué lectura me aconsejas para “acompañar” los compases del “Kyrie” y el “Dies Irae” del Requiem de Mozart? ¿Quizás “Los Bandidos” de Friedrich Schiller? Ambas obras, la del escritor y el músico-según pienso-, son dos sublimes cantos a la libertad. Espero tu respuesta.

  2. Enrique: Esa bellísima misa de difuntos es para mí como el buen vino tinto, va con todo. He leído decenas de libros acompañado por esa música.
    Particularmente prefiero del Requiem el sereno Hostias et preces del offertorium al Kyrie y al Dies irae, que, por lo que en ellos canta el coro, más que sentimientos de libertad, me hacen pensar en la fea cara de los jueces, en esos aburridos rostros justicieros que tan a menudo contemplo por cuestiones laborales, siempre repartiendo culpas y responsabilidaes.
    Hace muchos años que leí algo del teatro de Schiller (Guillermo Tell, Wallenstein, los Bandidos…) De esta última obra sólo recuerdo a unos jóvenes románticos y libertarios que quisieron hacer vida de salteadores de caminos, algo con lo que yo mismo soñaba también de niño después de ver en televisión los episodios semanales de Curro Jimenez.

  3. Estimado Enrique:
    En mi próxima visista a Alcalá, te contaré algo que conocí por boca de un amigo, profesor de Historia de la Música de la facultad de Historia del Arte de la Universidad Autónoma de Barcelona, sobre el Requiem, eso sí, acompañados de una buena coma de vino. Te garantizo, que te sorprenderá. Hasta entonces, disfrutemos de ese poema escrito sobre papel de pentagrama cuantas veces sea necesario. Por cierto.No es, pero que nada mala, tu elección.
    Un Abrazo.

  4. Enrique: tomo nota de ambas asignaturas pendientes, la de tu confidencia sobre el Requiem y la del vino. Abrazo también.

  5. Enrique M.F. y Enrique González Aires,

    Nosotros también nos sumamos a lo que estáis organizando de vino y Mozart.

    Olga y Lauro.

  6. Enrique:
    Siempre agradecido a tus comentarios. La contemplación es esencial. Conozco y valoro a Berger, siempre asomado a la Belleza.
    También para escuchar a Mozart es necesaria la contemplación.

    http://misiglo.wordpress.com/2008/05/31/lacrymosa/

  7. José Julio:

    La belleza también se nos muestra en esa pagina tuya dedicada a Mozart: “Lacrymosa”. Gracias por hacernos partícipes de textos tan hermosos como enjundiosos.

    Habrá que leer completo tu libro “Contramuerte”…

    EMF

  8. […] Mozart en «CARMINA» […]

  9. Es algo asombroso tratar cualquier aspecto de la vida de Mozart. Ese retrato inacabado es maravilloso, y por ser del esposo de su cuñada, viene siendo lo que en México le llamamos “concuño”, por estar los dos varones casados con dos hermanas. Pero el punto es que la música de este personaje es algo relevante que afortunadamente hoy podemos escuchar. Saludos desde San Luis Potosí, México. Super aficionados a la opera y a las obras de Mozart.

  10. Hugo Gallegos,

    Nos alegra saber que un mejicano se pasea por este espacio de CARMINA. Si pinchas México en esta revista ilustrada de poesía puedes encontrar a Cernuda o Buñuel o Cantinflas, y leer, por ejemplo, que «El noticiario de televisión comunicaba la noticia: Luís Buñuel acababa de morir en México. ¿Dónde pueden morir mejor los españoles?»

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