UN DISCURSO DE PERICLES. Por José Manuel Colubi Falcó

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Anaxágoras y Pericles
Augustin-Louis Belle
(1757 – 1841)

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Muy citado, se lee en Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso II, 35-46 y es una oración fúnebre por los caídos, con cantos a la democracia, al parlamentarismo, a la libertad de Atenas. He aquí una selección:

…………«Nos regimos por un régimen político que nada envidia a las leyes de los vecinos, sino que somos más un ejemplo para los demás que imitadores de otros. De nombre llámese democracia, porque el gobierno no se halla en manos de unos pocos, sino en la mayoría; pero si en las cuestiones particulares todos tienen igualdad de derechos a tenor de las leyes, para las funciones públicas es preferido todo ciudadano según la estimación de que goza en algún aspecto, no más por razón de su clase que por su virtud, ni tampoco por pobreza, si uno puede hacer un bien al Estado, se ve impedido por su oscura condición. Nos gobernamos libremente en la esfera pública y también en la recíproca sospecha de las ocupaciones diarias, sin irritarnos con el prójimo si hace lo que le place ni poner malas caras, que no hacen daño mas sí son desagradables a la vista. Y si privadamente nos relacionamos sin molestias, las leyes públicas no las transgredimos sobre todo por temor respetuoso, con obediencia siempre a quienes ejercen una magistratura y a las leyes, fundamentalmente a las que están vigentes para bien de los que sufren injusticia y a las que, aun sin ser escritas, causan vergüenza manifiesta a su transgresor…

…………»Amamos la belleza con sencillez y la sabiduría sin molicie, y usamos la riqueza más como oportunidad de acción que como gloria de palabra, y para nadie es vergonzoso confesar su pobreza, sino que lo es, y más, no rehuirla con el trabajo. En nosotros mismos los aquí presentes se halla a un tiempo el cuidado de los asuntos privados y el de los públicos, pero tampoco en los otros que se han dedicado a sus trabajos falta un conocimiento suficiente de los políticos, pues únicamente nosotros consideramos al que para nada participa de ellos, no un hombre pacífico, sino un inútil. Personalmente juzgamos y consideramos como es debido los asuntos, sin creer que las palabras son un daño para la acción, sino que lo es mayor no informarnos previamente mediante la palabra antes de lanzarnos a hacer lo que se debe…»

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