FOROFOS EN EL CIRCO. Por José Manuel Colubi Falcó

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Alzado de un circo romano
Fuente de la imagen: LOS LUGARES TIENEN MEMORIA (Weblog)

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En el Imperio Romano eran famosas las carreras de carros en el circo, que suscitaban apasionadas discusiones degradadas las más de las veces en reyertas. Las facciones o equipos eran cuatro en un principio, y se distinguían por el color de los vestidos de los aurigas: blancos, rojos, azules y verdes, cada una con sus hinchas, entre los cuales también solían contarse emperadores, al decir del biógrafo Suetonio; pero al final prevalecieron estas dos últimas, con connotaciones políticas y religiosas: azules, equipo de aristócratas terratenientes y ortodoxos en religión, enfrentados a verdes, facción de burgueses, comerciantes e industriales, y monofisitas. Procopio de Cesarea, en Historia de las guerras: Guerra pérsica I xxiv 2-6, describe a esos hinchas así:

…………«Las gentes en cada ciudad, estaban divididas desde antiguo en “azules” y “verdes”, pero no ha pasado mucho tiempo desde que por estos colores y por las gradas sobre las que se sientan para contemplarlos gastan sus dineros, exponen sus cuerpos a las más crueles torturas y no rechazan morir de la más vergonzosa muerte. Combaten a quienes se les enfrentan sin saber por qué razón se ponen en peligro y sí sabedores de que, aunque superen a sus enemigos en el combate, les esperará ser conducidos inmediatamente a la cárcel y luego perecer torturados hasta el extremo. En ellos, ciertamente, existe por naturaleza un odio al vecino que no tiene causa, pero que permanece inflexible toda la vida, que no cede ni al parentesco político ni al de sangre ni a norma de amistad, aunque sean hermanos o algo semejante los que tienen diferencias respecto de esos colores. No les importa lo divino ni lo humano, salvo vencer esos juegos, aunque por uno se cometa una impiedad contra la divinidad o las leyes y la constitución sufran violencia por amigos o por enemigos, puesto que aunque quizás carezcan de lo necesario e incluso estando su patria injustamente en las más grandes angustias, nada hacen si no va a alcanzar la victoria su partido, pues así llaman a sus partidarios. Participan también de esta impiedad sus mujeres, no sólo secundando a los maridos, sino incluso oponiéndoseles, si se da ocasión, aun cuando no vayan en modo alguno a los espectáculos ni sean llevadas por ninguna otra causa. En vista de lo cual, yo, al menos, no puedo llamar a eso de otro modo que enfermedad del alma. Así está la cosa, ciertamente, en las ciudades y en cada demo».

…………Nihil novum sub sole, «nada nuevo bajo el sol».

Foto: ODP Amanecer en París
2010

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