RAFAEL SOBRE LUIS (FRAGMENTOS DE «LA ARBOLEDA PERDIDA»). Por Rafael Alberti (1902-1999)

Bergamín, Alberti, NerudaCernuda y Altolaguirre
Madrid
1935
.

«Durante aquella breve estancia en Sevilla, conocí a los jóvenes poetas agrupados alrededor de la revista Mediodía. Entusiastas, heroicos, en medio de la indiferencia frívola y jaranera de la capital andaluza. Recuerdo ahora a Collantes de Terán, a Rafael Porlán y Merlo, a Juan Sierra, a Rafael Laffón, a Romero Murube… Todos ellos con aire de torerillos sevillanos, de cuadrilla poética, ya lidiadores del mejor estilo en mitad de aquel ruedo literario español, cada día más amplio y hermoso. Por allí andaba también Adriano del Valle, poeta náufrago del ultraísmo, cambiado en cultor de brillantes jardines churriguerescos.

…………»Y Luis Cernuda.

…………»Moreno, delgado, finísimo, cuidadísimo. Pocas palabras aquel día. (Muy pocas, después, en muchos años de amistad). Me enteré que habitaba en la calle del Aire. ¡Qué extraordinario para el poeta que ya era y para el que llegaría a ser! La imprenta Sur, de Málaga, preparaba su primer libro. ¿El título? Perfil del Aire. Nadie podría autorretratarse mejor. Conocíamos ya algunos de sus poemas. Décimas o estrofas heptosílabas de una rara perfección lineal. Nitidez. Transparencia. Se pretendió, al principio, relacionar esta poesía con la de Jorge Guillén. Pero pronto los buscadores de parecidos se llevaron el chasco. Cernuda había abierto los ojos en la calle del Aire, y el suyo, aun enjaulado en los finos alambres de unas décimas, levantaba en su vuelo temblor y música del sur, muy diferentes de los del poeta castellano. Cernuda era el cristal, capaz, en un instante, de romperse. Guillén, el mármol sólido, elevado a columna. Por el aire aquel de su grieta del Aire, el sevillano iba a salir un día al corazón del sueño, encontrándose allí con el delgado y melancólico de otro poeta de su tierra: Gustavo Aldolfo Bécquer, instalándose un tiempo, desvelado habitante del olvido, en su morada. Poeta más «andaluz y universal» —como quería Juan Ramón Jiménez— nunca lo hubo en Sevilla.»

La arboleda perdida

***

«Ahora miras al techo y ves algunas diminutas estrellas luminosas pegadas en él. Pasaron muchos otros cumpleaños sin poder celebrarlos, anodinos, sin día ni noche propios, no como aquellos 16 de diciembre de nuestra guerra civil, ya en el frente de El Pardo, en su palacio, aquel mismo que después fue vivienda de Franco, o en la Alianza de Intelectuales Antifascistas, disfrazados con los muchos fantásticos trajes que guardaban los marqueses de Heredia Spínola en unos viejos armarios arrumbados en el tercer piso. ¿Quién podrá olvidar a Luis Cernuda, vestido de caballero calatravo; al poeta negro Langston Hughes, con traje y colorida capa de rey negro; a León Felipe con gorro y uniforme de Gran Duque Nicolás, etcétera? Mientras, llovían los obuses sobre el Madrid a oscuras de una noche cualquiera de su tenaz defensa.»

La arboleda perdida, segunda parte

.

Post a comment.