ESPARTA. Por José Manuel Colubi Falcó

Leónidas en las Termópilas
Jacques-Louis David
1748.1825

Esparta y Atenas son los símbolos de dos concepciones antagónicas del individuo y del Estado aún hoy vigentes. Repárese, si no, en el siglo XX y en sus dos grandes guerras: ¿cuáles fueron los ideales y modelos de uno y otro bando? En esencia, la idea liberal y los derechos del hombre, por un lado, y, por otro, el totalitarismo –representados aquéllos por las democracias (caso aparte es la U.R.S.S.), y éste por Alemania- son los combatientes: el presidente francés, Clemenceau, lo da a entender cuando publica su monografía sobre el ateniense Demóstenes, el último defensor de la libertad griega.

Socialmente, en Esparta hay tres clases de hombres: los espartiatas, ciudadanos, jurídicamente iguales, hijos de padres espartanos, educados por el Estado y sometidos a su disciplina, participan en las comidas comunitarias, sólo pueden ser soldados y viven de las rentas de un lote de tierra estatal cultivado por los hilotas; los periecos o habitantes de los alrededores, libres no ciudadanos, dedicados a la escasa industria y comercio –las relaciones comerciales traen intercambios de ideas- del país; y los hilotas, siervos de la gleba, propiedad del Estado, sin derechos, tanto que pueden servir de blanco a los primeros en sus entrenamientos para la guerra.

Políticamente, Esparta era una diarquía. A su frente había dos reyes, de dos grandes familias, con más prestigio que poder, jefes del ejército durante la guerra –bajo la vigilancia de los éforos– y, en la paz, jueces de las cuestiones familiares y religiosas. Junto a éstos, el Senado, compuesto por ancianos sexagenarios, director de la política, irresponsable, que prepara las sesiones de la Asamblea y no está obligado a obedecer sus decisiones, aunque poco a poco irá perdiendo poder en beneficio de los cinco éforos. Éstos constituyen una magistratura anual, depositaria del poder fundamental, que ejerce funciones judiciales, de vigilancia de finanzas, magistrados, de costumbres y educación y bajo cuya dirección está la criptia o policía secreta, que no repara en propagar el terror. Por último, la Asamblea de todos los ciudadanos mayores de treinta años, sin derecho a debate: sólo escucha, y se expresa por aclamación, interpretable por los pocos que ejercen el poder.

3 comments.

  1. Gracias por su claridad y su sencillez a la hora de explicar y exponer Doctor Colubi.

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