CURIOSIDADES TAURINAS. Toros y toreros allende de los mares y las culturas. Por Antonio García Mora

 

 

El matador mozambiqueño Ricardo Chibanga

 

LOS festejos taurinos siempre han sido asociado a las culturas ibéricas y al sur de Francia. Asimismo, determinados países americanos, herederos culturales de nuestro acervo, también han participado activamente en desarrollo de la moderna tauromaquia. Podría deducirse que fuera de este ámbito espacial el fenómeno taurino ha tenido nula presencia. Sin embargo, nada más alejado de la realidad.

            Por diversos motivos el arte de Cúchares se ha extendido por lugares tan exóticos y lejanos como Casablanca, Maputo o Shanghái. En el caso de África y Asia, el origen de la celebración de corridas es consecuencia de la presencia colonial española, portuguesa o francesa. De este modo se puede explicar la construcciones de cosos en ciudades como Tánger, Casablanca y Orán y la celebración en los mismo de festejos a lo largo de un periodo más o menos dilatado. Su época dorada estuvo comprendida entre el final de la Segunda Guerra Mundial y la independencia de Marruecos y Argelia. No obstante, aún finales de la década de 1960 se podía contemplar las faenas de figuras como el Cordobés en estas ciudades norteafricanas. E incluso se cuenta con la presencia del único matador de ascendencia marroquí, el francés Mehdi Savalli.

             Aún más alejado y peculiar supone una corrida de toros en Maputo (Mozambique). Hasta el extremo sur del continente negro llegó la fiesta llevada por aficionados lusos. Se procedió a edificar una plaza y se llegaron a celebrar festejos según el uso portugués, sin la muerte de la res. La independencia de la colonia trajo el abandono del coso de y las corridas, aunque mientras tanto Ricardo Chibanga, matador mozambiqueño, tomaba la alternativa en la Real Maestranza de Sevilla (1971).

             Una nueva cita taurina la encontramos en Beirut (Líbano) en 1961. Tal vez la influencia del protectorado francés puede explicar la celebración de un festejo en ese año. Para la ocasión se utilizó un estadio deportivo que registró una magnífica entrada con 60 000 espectadores. Al parecer no se volvió a repetir evento parecido pero muestra la curiosidad que la tauromaquia provoca en todo tipo de culturas. Por último, y también vinculado a la presencia colonial portuguesa, se registra la celebración de corridas en Macao, actualmente bajo soberanía China.

             Desaparecidos las colonias y apagado sus rescoldos culturales, la difusión de los toros fuera de sus fronteras tradicionales procede de motivos económicos o sentimentales. En el primer caso, empresarios españoles, portugueses y americanos han creído encontrar una oportunidad de negocio en la realización de corridas en lugares como Shanghái o Everán (Armenia). Los resultados han sido dispares, mientras en China existen proyectos de construir plazas permanentes y difundir la afición a través de canales especializados de televisión, en la república caucásica no se han vuelto a producir, consciente de la dificultad de trasladar algo tan ajeno a sus costumbres.

             Caso muy distinto consiste la afición aparecida en Corea y Japón. En primer lugar, existe un interés creciente por las manifestaciones culturales hispánicas como el flamenco. Por otro, nos encontramos con la tradición nativa de la lucha de toros, común a nipones y coreanos, que les acerca a la tauromaquia, aunque no existe más parecido que la aparición del toro en ambas. En general, los festejos que acontecen en los países asiáticos suelen seguir el modelo portugués, sin derramamiento de sangre. De hecho no existe el tercio de varas y las banderillas carecen de arponcillo y se coronan con un velcro que, unido a otro que la res lleva atada al morrillo, permite un simulacro de tal suerte. De tal guisa se produjo la Feria Taurina de Seúl, en octubre de 1999 que supuso un gran éxito de público.

             Para finalizar este recorrido por el mundo taurino, queda por mencionar los festivales celebrados en California. En un principio podría parecer que la influencia de la población hispanoamericana habría sido decisiva pero no es así. Su origen lo encontramos en los inmigrantes lusos instalados allí y dedicados a labores ganaderas. En consecuencia, se sigue el modelo portugués, acentuado por las prohibiciones legales contra el maltrato de animales y la activa oposición de los grupos proteccionistas.

             Este relato taurino podría extenderse hasta casi el infinito con historias oníricas de rejoneadoras rusas, diestros israelíes o novilleros ucranianos pero para ello no hay nada mejor que hojear esa fuente inagotable de información que es «el Cossío».

 

José María de Cossío (a la derecha) con Juan Belmonte
 

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