«HISTORIAS DE LA OTRA RAZÓN» DE TOMÁS VALLADOLID. Por Antonio Medina de Haro (con dibujo de Javier García)

Señoras, señores, compañeros todos,  ésta es una alta ocasión para mí y la celebro con el miedo lógico de la incompetencia.  Pues bien, a pesar de la modestia que soy en el sentido de poca cosa… voy a cometer la inmodestia de expresar un cuerpo de doctrina que creo se corresponde con el espíritu de la letra de Historias de la otra razón.

            Si hago memoria de mis debilidades intelectuales –entiéndase preferencias- me encuentro con que, por ejemplo, a los quince años me entusiasmaba Óscar Wilde. Leía yo, por entonces, El retrato de Dorian Gray.

             Hay un tremendismo intelectual en la obra que le va a los revoltosos. Yo sentí el azote de la verdad descarnada cuando contemplaba al hombre que se deteriora, se desmorona y nos deshace a fuer de sinceridades. Fue un dandy, ¡por lo menos!

             El reconocimiento del pecado propio resulta más edificante que la crítica metódica y ortodoxa… ¡Dios no pasa factura! Cualquier alusión a Historias de la otra razón sería como querer vender ejemplares y mi intención es convocar a la insurrección ideológica –como prédica para el libro- para rasgar el velo de falsedades y estéticas estrafalarias de la burguesía intelectual.

             Yo tengo algunos santos de mi devoción, que creo deben ser tenidos en cuenta para no ir adocenado con la filosofía de los santos sabios. Por ejemplo, Gerardo, que cambió su nombre por el de Erasmo Desiderio de Rótterdam.

             El testimonio de este hereje, para los miopes en sinceridad, siempre me atrajo porque hay que ser valiente para decir con el proverbio: «Si no te alaban, alábate a ti mismo». Esto es mejor que tener el bufón pagado que te ríe la gracia y se encarga de recitarte las mentiras.

             La razón de aquí es lisonjera, halagadora y traicionera. La otra (la del libro) te indispone, acusa y desgarra… Pero si la hacemos nuestra compañera será un bálsamo y una sauna liberadora.

             Hacer las cosas bien y con una ética distinta a la estulticia a que nos tienen acostumbrados, es una necesidad que impone. Hay que enderezar entuertos siguiendo el camino del entuerto… El hic et nunc no nos sirve. Aunque sea con la polémica, inventemos o imaginemos otra realidad.

             Baudelaire en su obra «Flores del mal» a través de paraísos artificiales, Spleen e Ideéal y la Revolte la cual se entendió en su tiempo como un ultraje a la moral pública y las buenas costumbres, nos propone en esta especie de poesía maldita una ascética y comportamiento social que es una rebelión contra la grotesca exaltación de lo burgués, contra el mal gusto de la aristocracia, y contra el ingenuo hombre de bien. Mientras no emitamos mensajes de este tipo, por muy molestos que nos parezcan, estaremos en el campo de la falacia.

             Ahora se habla de que estamos en una situación abierta, en distintos aspectos. Bueno, pues este libro nos ofrece la ocasión de mantener, aunque sea con esfuerzo, una constante imagen original y provocadora. Debemos –como el dandy- aspirar a ser sublimes sin interrupción:

 

Debemos vivir y morir

Ante el espejo

 

            Como decía Baudelaire, en un texto-confidencia que escribe a su madre un  día y que llevaba por título «Mi corazón al desnudo». Yo he sentido con la lectura del libro de Tomás Valladolid Bueno, el vértigo que se experimenta cuando te ves sumido en el compromiso de renunciar a tu cultura actual y tener que resucitar en un cementerio de preguntas vinculantes.

             El autor no es un Rimbaud precoz, fugaz y meteórico, sino que arrastra y dan ganas de recitar aquello de Le batteau ivre:

 

La tempéte a béni mes éveils maritimes, ou bien,

Je sais les cieux crevant en éclairs, et les trombes

Et les ressacs et les courants: je sais le soir

L’aube exaltée ainsi qu´un peuple des colombes,

Et j´ai vu quelquefois ce que l´homme a cru voir!

 

            Yo me he sentido tragado por la insalvable incomodidad de algunos textos del libro. Son remolinos intelectuales que me han succionado y acusado hasta producirme dolor: ¿Me vuelvo a repetir si digo que este libro se ha escrito con sangre? Ciertamente, da tarascadas naturalistas, a lo E. Zola, al realismo moderado al que nos aferramos constantemente.

            Quizá mi apreciación sea poco acertada y esté lejana de aquilatar toda la trascendencia del libro, pero he sentido el aliento del hombre que más intensamente vivió el recuerdo que no el olvido. Aquel que convirtió en Yelmo de Mambrino la bacía de un barbero manchego. Aquel que transfiguró los rostros de unas manoseadas mozas de venta, en damas de alto copete:

 

Nunca vi caballero

De damas tan bien servido

 

             Diría el siempre amable y recordante Don Quijote.

            Las actitudes de viejos incordiantes como Valle-Inclán, Baroja o Ángel Ganivet, se simultanean con el mensaje rasposo de este libro, a la vez tan espiritual y tan lírico en intenciones. Y, por último, si es cierto que entre los grados de la belleza debemos contar con la fealdad, no es menos cierto que la poesía limita con la filosofía.

 

El libro «Historias de la otra razón» de Tomás Valladolid Bueno fue editado en 1993, y presentado el mismo año por Antonio Medina de Haro, en Alcalá de Guadaíra. El texto de su conferencia fue publicado en El Alcalá (núm. 54, febrero 1996)

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