Posts from febrero 2017.

EL BARON BAGGE O EL VÉRTIGO DE SER LOS OTROS. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 6). Por Pablo Romero Gabella

 

Padre e Hijo en el Danubio, Braila, 2001

Pescadores en el Danubio
Braila
[Foto L.G.V. Rumanía 2001]

 

La obra del escritor austríaco Alexander Lernet-Holenia fue prolífica (110 libros propios, sin contar sus colaboraciones con otros autores como Stefan Zweig) en el campo de la novela, el ensayo, el teatro, la poesía y la biografía (destaca una de Greta Garbo). De su obra ya hemos reseñado El Estandarte (1934), ahora traemos una de sus novelas más conocidas y que fue lectura de referencia en institutos y universidades de lengua germana. Nos referimos a El barón Bagge, que comenzó siendo una obra por entregas titulada El puente de oro y publicada en abril de 1936 en el popular semanario gráfico Berliner Illustriestre Zeitung. Poco después pasaría a editarse como libro, con el título que ya conocemos, por una editorial berlinesa.

   El comienzo repite el modelo de gran parte de sus novelas: el recuerdo, el flash-back del protagonista sobre acontecimientos pasados. En este caso, nuestro protagonista vuelve a ser otro joven oficial, el barón Bagge, que con la ocasión de una recepción oficial de postguerra recuerda cuando sirvió en el Regimiento de Dragones del Marqués y Conde Von Gondola en la campaña de los Cárpatos de 1915. Bagge, como también ocurría en El Estandarte, aparece como trasunto del autor, ya que éste sirvió con 18 años como voluntario en el 9º Regimiento de Dragones e hizo toda la Gran Guerra en el Frente Oriental.

   A pesar de la naturaleza fantástica del  relato, el contexto histórico y las localizaciones geográficas son reales ya que el autor participó en dicha campaña, conocida por los historiadores como la batalla de los Cárpatos. Ésta fue una larga batalla invernal que transcurrió entre febrero y marzo de 1915 y que enfrentó a los ejércitos austro-húngaros y ruso al mando respectivamente de Franz Conrad Von Hotzendorf y del Gran Duque Nicolai. La operación fue la respuesta austríaca al arrollador avance ruso de comienzos de la guerra y que los  había llevado a la llanura húngara. El resultado final fue un desastre para el Imperio, que no tenía ni la preparación ni el equipamiento necesarios para una operación de tal envergadura; fue todo un anticipo de lo que ocurriría tres años después y que llevaría al hundimiento de la Corona bicéfala de los Hasbsburgo. En la narración hay algo de ese fatalismo, de esa ilusión de victoria que encubría la dura realidad.

   Bagge formaba parte de un estrafalario escuadrón de reconocimiento al mando de un capitán loco y borracho (Von Semler de Wessernemburg) y compuesto por una tropa variopinta, reflejo del Imperio multinacional: polacos de Galitzia, rumanos de Transilvania y alemanes de la Bucovina; y para rematar, se les unió un oficial norteamericano de Kentucky. Una troupe de «jinetes fantasmales» que parecen empujados «hacia delante por algo invisible». Como en el relato de Washington Irving sobre el «jinete sin cabeza», se adentrarán en un territorio de sombras, de frondosos bosques y llanuras heladas, envueltos en un permanente «estado de ensueño».

   No obstante, como antes dijimos, este territorio era real y así lo demuestran sus claras indicaciones geográficas: Tokai, Nyireygháza, Urgáv o Kassa (en la actual Eslovaquia y lugar de nacimiento del escritor Sandor Marai, del que también hablaremos en otra ocasión). Estas localidades se encuentran en el linde de la llanura húngara y las estribaciones de los Cárpatos. A medida que se internan en territorio enemigo el espacio geográfico pasa de real a mítico, confundiéndose realidad y ensueño. Es lo que se ha denominado «realismo fantástico; para Héctor Orestes (traductor de esta obra para la edición de 2007 de la UNAM) Lernet-Holenia es partícipe del particular estilo del escritor checo Leo Perutz, del que fue amigo y discípulo.

   Las peripecias entre bélicas y oníricas nos llevarán a un pueblo húngaro que es una especie de oasis de paz en medio de la guerra y que nos recuerda a ese «último valle» de la película homónima de 1970 dirigida por James Clavell. Allí Bagge se (re)encontrará con una prometida, que nunca lo fue en realidad, y él con ella. El tema que subyace a toda la obra: la añoranza del viejo Imperio. En esa ciudad, que parece un parque temático imperial, las veladas son eternas (tal como las describió, el ya conocido por nosotros, Miklos Banffy) y los bailes de máscaras son el reflejo esperpéntico de un mundo pasado, fantasmagórico, pero por el cual Bagge y los suyos siguen luchando. Vestidos y uniformes que son sudarios, «como si toda aquella gente sencillamente hubiera sacado de los armarios los trajes de sus abuelos y bisabuelos y se hubieran vestidos como ellos». Si hubiera una música que pudiera acompañar a la lectura sería, sin duda, el «Vals triste» de Sibelius escrita en 1903 y que formaba parte de la música incidental de la obra de teatro Kuolema (Muerte en finlandés).

   Bagge se encontrará sumido en el mismo estado de estupefacción del enamorado imposible que James Stewart en la película Vértigo (1958) que en España se subtitularía como De entre los muertos. El baile de máscaras que se celebra en honor de los soldados libertadores nos lleva literariamente a otro baile: el del relato de Poe La máscara de la muerte roja. Bagge envuelto en el confeti de la fiesta se nos parece a la efigie del Príncipe de Salina, cubierto por el polvo del tiempo, en la Iglesia de Donnafugata.

   Todas estas referencias que se me vienen al pensamiento me dicen que algo hay de este libro en la obra de Aménabar, o de lo que es lo mismo, en nuestra conciencia colectiva actual donde «vivimos en ese tiempo y en ese espacio que se extienden entre el morir y el verdadero estado de muerte».

 
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EL ESTANDARTE O EL IMPERIO CONTRAATACA. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 1). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [1ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 2). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [2ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 3). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [3ª PARTE]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 4). Por Pablo Romero Gabella

«LOS DÍAS CONTADOS» O LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ EN TRANSILVANIA [4ª PARTE, Y ÚLTIMA]. De la serie «NOTICIAS DE UN IMPERIO» (Núm. 5). Por Pablo Romero Gabella

 

«ANDALUCÍA», DE JOSÉ MARÍA PEMÁN, Y UN ARTÍCULO DE ENRIQUE SÁNCHEZ DÍAZ SOBRE EL CAMBIO DE NOMBRE A UNA CALLE

 
PEMÁN ALCALÁ 1

Detalle de la ilustración de sobrecubierta de Andalucía

(Acuarela)

[Federico Lloveras Herrera (1912-1985)]

 

DE SEVILLA A CÓRDOBA

(Fragmento)

 

La técnica no sabe nunca los resultados que sus milagros van a producir. Cuando Edison inventó el fonógrafo creyó —así lo dijo— que serviría para conservar en las familias las últimas palabras de un moribundo querido. Se hubiera asombrado, probablemente, si hubiera vivido hasta enterarse de que su máquina iba a servir para repetirnos incansablemente esas canciones que lamentan que no existan angelitos negros o que nos certifican que en México se piensa mucho en Madrid. Del mismo modo, al lograrse el automóvil, no se pensó seguramente todo el recobro de belleza natural, toda la reconquista de mundo y paisaje que, en gracioso desquite de la poesía frente a la técnica, iba a significar la era de su florecimiento… El tren nos daba un mundo seleccionado, injusto, parcial. Iba por donde iba, nada más. Zonas enteras de cada país se quedaron sin voto en ese «sufragio restringido» de los cartoncitos rosas y azules del ferrocarril. Por eso la poesía del tren, o se desentiende del paisaje y es pura anécdota de «interior» como el «tren expreso» de Campoamor, o mira al paisaje, como Juan Ramón Jiménez, por la ventanilla, en pura melancolía y nostalgia. El paisaje se va. El paisaje no se puede pisar, ni tocar. Además, ¿qué queda detrás de lo que se ve?

   A todo esto contestó el automóvil. Y todo este preámbulo, por el que pido perdón, lo he escrito para aconsejaros que, naturalmente, al salir de Sevilla para Córdoba, toméis un automóvil.

   Para hacer este recorrido se nos ofrecen tres caminos principales que enumeraré de norte a sur: la ruta de la sierra, brava y fragosa, minera y arisca. Sus etapas principales serán Cazalla, Fuenteovejuna, Peñarroya y Villaharta; la ruta del río, mansa y suave, agrícola, hiriente de cal. Sus nombres están vinculados al Guadalquivir: Lora del Río, Palma del Río, Almodóvar del Río, Posadas. Y la carretera general; esto es: el camino turístico y fácil con dos localidades esenciales: Carmona y Écija.

   Sea ésta la ruta escogida en gracia a la comodidad que nos ofrece. Buen asfalto para el coche y la seguridad de mínima distancia para nuestra hambre —o nuestro vicio— de tiempo, pero permítaseme aconsejar a mi amigo viajero una ligera variante que con el breve aumento de ocho kilómetros nos permitirá pasar por una población de notable interés y bellas perspectivas: Alcalá de Guadaira.

 

PEMÁN ALCALÁ 2

Alcalá de Guadaira, llamado también Alcalá de los Panaderos

[Foto: Ramón Dimas Monserrat (1919-1965]

 

   Así, pues, nuestro itinerario desde Sevilla partirá en dirección Este por la carretera de Alcalá hasta las orillas del Guadaira y aquí, abandonando la carretera de primer orden, tomaremos la que, pasando por Mairena y El Viso, nos llevará a Carmona. Es éste un camino de segundo orden cuyo macadam —al menos en las últimas veces que lo he recorrido— está en buen estado. No tiene más que ese bacheo mínimo que nos recuerda que estamos sobre la tierra y nos invita a mayor lentitud y a no desdeñar el paisaje.

   Nada más lejos de la realidad que imaginarse la salida de Sevilla como un hecho neto y rotundo que nos traslada de la ciudad al campo tal como suele ocurrir en la meseta castellana. Aquí todo es menos arisco y definido, de tal manera que empezamos a ver cómo los verdes de una plaza sevillana, o los desbordantes geranios de sus balcones, van aumentando el porcentaje de naturaleza sobre edificación. Vamos saliendo de Sevilla así, premiosamente, porque el caserío no cede terreno al campo sin una lucha incruenta, pero tenaz. Todavía, cuando ya los hitos de Obras Públicas nos señalan seis kilómetros de lejanía sevillana, un nuevo caserío pedáneo —Torreblanca— nos presenta los jirones de cal de sus fachadas entre los olivos, para prolongar esta despedida amorosa y lenta. Ahora ya las pardas filas de los olivares parece que han vencido definitivamente, y la carretera se nos ofrece, al fin, con su negra mansedumbre de esclava, sin tentaciones urbanas que nos entretengan. ¡Qué difícil le es acabar a Sevilla!

   No sé en qué época vendréis a recorrer este camino. He aquí una dificultad no prevista si pretendiera ajustar mi descripción al paisaje que van a contemplar vuestros ojos. Lo he cruzado tantas veces, no obstante, que os lo pudiera ir diciendo al oído con los ojos cerrados: duro y quebradizo bajo la escarcha, en el invierno, con reflejos metálicos sobre la helada; jugoso en primavera, poblado de ruidos y gritos de gañanes; polvoriento en el dorado verano, cuando las cigarras arrullan la siesta incansables, y fatigado ya en el otoño con esa anciana faz de los olivos rugosos como campesinos viejos, un poco socarrones, de vuelta de las cosas.

   La carretera se introduce ahora entre angosturas cortadas a la derecha por el cauce del río Guadaira. Estamos entrando en la población de donde, tradicionalmente, Sevilla se surte de pan. Si nuestra llegada coincide con la transparencia mañanera, el suave vaho húmedo del río os olerá a pan tierno y crujiente, a pan dorado con calor de los hornos. Por algo a Alcalá de Guadaira se le suele llamar todavía, entre los sevillanos, Alcalá de los Panaderos.

 

PEMÁN ALCALÁ 3

La inevitable corona del castillo desdentada sobre Alcalá de Guadaira

[Foto: Ramón Dimas Monserrat (1919-1965]

 

[JOSÉ MARÍA PEMÁN (1897-1981).

Andalucía.

Ediciones Destino. Barcelona, 1958.

Págs. 114-116]

 

JOSÉ Mª PEMÁN (SELLO DE CORREOS)

 

UNA PROPUESTA EQUIVOCADA Y DISCUTIBLE

Por Enrique Sánchez Díaz

 

Con la de cosas tan importantes que hay que hacer en Alcalá nos encontramos que la más perentoria es la propuesta de Izquierda Unida-Alternativa Alcalareña de cambiarle el nombre a una calle, después de cuarenta y dos años, con el argumento de que José María Pemán era un franquista. Cada día los ciudadanos comprendemos menos estas actitudes que separan más que unen.

   Yo conocí a Pemán en un festival flamenco en Las Cabezas de San Juan. Entonces nadie se opuso a que recibiera la Yerbabuena de Plata. Y se la dieron personas poco sospechosas de ser franquistas. Yo tampoco lo soy y si alguien quiere acusarme de serlo que me lo diga.

   El ciudadano alcalareño, a mi modo de ver, está un poco desorientado por las actuaciones de los políticos municipales, los de la izquierda y los de la derecha. Tenemos muchos problemas y los políticos actuales hacen poco para resolverlos, no hacen casi nada para buscar soluciones a tantas y tantas preocupaciones de los ciudadanos, como por ejemplo, el paro.

   Hacer propuestas de difícil cumplimiento. Retirar banderas, bustos y cambiar nombre a las calles es, por lo menos, emprender un camino equivocado. El callejero forma parte de la historia de un pueblo siempre que no contenga nombres de dictadores o asesinos.

   Me gustaría además saber quién o quiénes van a pagar las molestias que supone este cambio de nombre si no se da marcha atrás. Los residentes y comerciantes de la calle están obligados a renovar el DNI, el carné de conducir, sus recibos, cambiar impresos, tarjetas de visita… y cualquier otra documentación que sea necesaria para su identificación.

   ¿Se les ha preguntado a los residentes si están de acuerdo en que se les cambie el nombre de su calle? ¿Conocen al escritor?

   También, ya puestos, se podrían retirar todos los libros de Pemán que hay en las bibliotecas de Alcalá y en las de toda España, incluso se puede obviar su lectura.

   Existen en más de una veintena de ciudades y poblaciones, regidas por el PSOE, C’s y PP, calles que mantienen el nombre del escritor. ¿Qué pasa?

   Termino reseñando lo que se aprobó por Pleno en la Ordenanza de Nomenclátor: «La aprobación de la denominación de vías públicas, así como la modificación de las ya denominadas compete al Pleno del Ayuntamiento a propuesta de la Comisión Municipal de Nomenclátor». No al revés. Ténganlo en cuenta los que lo aprobaron.

 

[ENRIQUE SÁNCHEZ DÍAZ.

La voz de Alcalá, 1 al 14 de noviembre de 2016,

año XXV nº 440]

 

COLOQUIOS (284): «TRAS EL NAUFRAGIO DE “DIÁLOGOS” [Nº 20]». LA ALCARRIA V. Gabi Mendoza Ugalde

 
Rota 2010 LGV 1

[Foto: LGV Rota 2010]

 

—A menudo, cerca del Colmenar, mientras paseo, previsibles e inesperadas, las veo posarse en romero, espliego, tomillo, genista, o ajedrea.

   Bola de masa, su miel es mejor y más homogénea cuanto más brownianos y diferenciados son sus deambulares. Lo diverso construye lo global.

—De las cimas parten los orígenes de las vertientes. Fuente de fuentes, a veces, no sólo marchan a conquistar las superficies sino también las entrañas de los macizos montañosos. Lo diverso sería lo que brota, se derrama, fluye, mana…, por fuera o por dentro; y el mar su construcción.

 

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«TRAS EL NAUFRAGIO DE “DIÁLOGOS”»

 

COLOQUIOS (283): «TRAS EL NAUFRAGIO DE “DIÁLOGOS” [Nº 19]». LA ALCARRIA IV. Gabi Mendoza Ugalde

 

porGandul12042014ODP 1

Flor en Gandul

[Foto: ODP 2014]

 

—Derivadas de aquellas otras que al principio del XVI plantase Luis Hurtado de Mendoza, crecen flores de azafrán silvestre aquí también llamadas de no merendar, que en noviembre, son mecidas por un viento húmedo y frío. Código que sólo ahora nosotros comenzamos a descifrar.

   Tejido o texto. A unos pequeños pétalos, en el camino de la Calera, la brisa anuncia el un
iverso.

—Sólo a lo pequeño puede allegar lo grande.

   Juntarlo en nosotros mismos habría de ser nuestro fin principal (ya sabemos que los sentidos de una sola acción son infinitos, y los sinsentidos también).

   Qué pequeños ante el mar o las montañas, o el viento o la lluvia, o los bosques…, sólo unos ojos que miran con un gran ánimo de ver. Qué inmenso puede ser lo más diminuto.

 

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«TRAS EL NAUFRAGIO DE “DIÁLOGOS”»