…………(*) Esta composición de Alberto la he hallado recientemente ¡debajo del frigorífico! Y eso gracias a que el mulato Afonso se prestó, por fin, a retirar el aparato para limpiar. Data del año 2008. Mario Cortés
.DUna placa de mármol en Lisboa
(Foto: Lorenzo del Término 2012)
En el imaginario de los alcalareños, los judíos gozan de un protagonismo excepcional.
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…Los orígenes de los judíos no están claros. Diversas fuentes demuestran su existencia en el siglo XIX. Pero no se citan en ningún documento de los siglos anteriores. Por su composición la judea recuerda a las milicias reclutadas en las ciudades y pueblos del reino de Castilla durante la Baja Edad Moderna y acaso el revoleo de la bandera puede ser una derivación de los alardes militares, tan del gusto de la soldadesca del Antiguo Régimen. Tradicionalmente la judea la componían ocho hombres y un niño. Vestidos de soldados romanos: cuatro hombres, que forman la soldadesca, el capitán y el pajineta -que es un niño judío-. Y vestidos de judíos: el abanderao y dos músicos, el calamillo y el tambor. En la actualidad la soldadesca ha aumentado a nueve miembros, que con el capitán constituyen una decuria completa. La soldadesca tiene su momento de mayor protagonismo en el Puente cuando prenden a Jesús, para custodiar el paso desde ese momento.
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…El abanderao, es el portador de la bandera, se encarga del revoleo de la bandera, al son del calamillo y el tambor, y después de recogerla en torno a su cuerpo (la recogía)deja la bandera en el suelo extendida (la bandera tirá)mientras el pajineta hace sonar una música tocando con un palillo la tablilla (la sentencia) que lleva, la que supuestamente será clavada en la cruz con la inscripción Iesus NazarenusRexIudaeorum, mientras danza. El vocablo pajineta posiblemente sea una contracción de la expresión paje de jineta, que en el Antiguo Régimen aludía al paje que llevaba la lancilla del capitán.
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A principios del siglo XIX el Padre Flores alude en sus Memorias históricas (1833-1834) a jóvenes vestidos de armados que custodiaban el Monumento (el Cuerpo de Cristo expuesto en los sagrarios) los Jueves y los Viernes Santo. La existencia de piquetes o centurias de armados en la Semana Santa de Sevilla o de otras localidades de nuestro entorno está ampliamente documentada. Pero en Alcalá a los soldados romanos que custodiaron a Jesús durante la Pasión y dieron guardia al Santo Sepulcro se les denomina judíos. Esta curiosa confusión tal vez se deba al antisemitismo popular que identificaría a los judíos como responsables no sólo de la condena sino también del escarnio y las vejaciones sufridas por Jesús. Los judíos representan una burla: el revoleo lo es y la tirá de la bandera un desprecio a Jesús.
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…Los judíos, por su carácter profano, siempre han estado vinculados a la calle, desfilando la mayor parte del tiempo a una distancia prudencial del cortejo procesional. Inician su jornada la mañana del Jueves Santo tras vestirse y salir de la Casa de Hermandad. El rito establece la búsqueda de Jesús, al que tienen que detener. Se dirigen a la puerta de la parroquia de Santiago donde hacen su primera parada (una pará). Allí un saetero canta a los judíos (“Decir cuánto vais ganando/ judíos de mala fe/ que tanto vais disfrutando/ por hacerlo paesé/ que en pura sangre va manando”)y el bandera hace el primer revoleo al son del calamillo y el tambor. Desde allí emprenden un recorrido por las principales calles de Alcalá: La Cañada, La Mina, Mairena, El Barrero, El Bajondillo, la calle San Sebastián, El Paraíso… De cuando en cuando, sobre todo delante de la casa de alguna persona vinculada a la Hermandad o a la judea,hacen una pará para un revoleo. Se forma entonces un corrillo de curiosos que contemplan el vuelo de la bandera al viento. A principios del siglo XX, una de las parás que no podía faltar era la de la Casa de los Negros.
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Ya de madrugada, poco antes de las dos, un piquete de la judea llama a la puerta de la iglesia de Santiago, dando comienzo la procesión de Jesús Nazareno, San Juan Evangelista y María Santísima del Socorro. Desde entonces y hasta llegar al Puente, poco antes del amanecer, los judíos marchan delante de la cruz de guía de la cofradía. En el Perejil, el abanderao espera el paso de Jesús para mofarse de él haciendo un movimiento horizontal y bajo de la bandera. Poco después, ya en el Puente, se lleva a cabo el prendimiento, al grito de “¡Prenderlo ahí!”,repetido tres veces. A partir de este momento, los judíos van a escoltar a Jesús hasta la entrada del paso en el templo.
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…De antiguo los judíos eran gente muy humilde, que residía en las cuevas del Castillo o en las casas de vecinos del Duque o del Bajondillo. Dado el origen social de sus componentes, la judea tuvo siempre una impronta castiza, vinculada al aguardiente y a la picadura de tabaco. A finales del siglo XIX, la Hermandad de Jesús pagaba tres pesetas a cada uno de los judíos y un duro al capitán. Esta gratificación se completaba con las monedas que los espectadores arrojaban sobre la bandera tirá tras ver el revoleo. Con este dinero en el bolsillo, no tardaban en entrar en la taberna más cercana para refrescarse si esa Semana Santa era cálida o calentarse si había venido con frío. No pocos miembros de la Junta de Gobierno de la Hermandad consideraban que el comportamiento de la judea era escandaloso y, por ello, debía ser suprimida. Sin embargo, hoy en día, a la actual judea, refundada en el año 1992, sus miembros no llegan de ningún barrio alcalareño en particular, sino que la compone un grupo de hombres comprometidos con esta tradición, sin los cuales probablemente se habría perdido. El compromiso es también social porque destinan el dinero que se recauda de la bandera para un fin benéfico.
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Partiendo de su origen impreciso, como le ocurre a las tradiciones sólidamente arraigadas, que van ganando en riqueza de contenido con el paso de una generación a otra, los judíos de la Hermandad de Jesús Nazareno han venido a formar parte del más genuino patrimonio cultural de esta localidad. Para los alcalareños de comienzos del siglo XXI son una ventana abierta de par en par, que les hace llegar el aire fresco de un pasado con el que nuestra ciudad no conserva demasiado buenas relaciones.
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…Esa es la razón por la que, desde la mañana del Jueves Santo, familias o grupos de amigos recorren las calles del centro siguiendo el rastro de los judíos. Lo hacen como si buscaran un encuentro franco y emotivo con lo que fuimos y ya hemos dejado de ser, aunque no se haya borrado completamente la huella. Las gentes de Alcalá se identifican a sí mismas como miembros de la comunidad local, cuando contemplan los rostros y los gestos de los que encarnan a los populares personajes.
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…Un dato definitivo, para hablar con propiedad de la nueva carga simbólica que han experimentado los judíos en tiempos recientes, lo constituye el reconocimiento del público que le arroja monedas y el destino de las mismas. No hace tanto, nadie podía imaginarse el caso de que un joven médico alcalareño tuviera a gala haber formado parte de la cohorte que busca a Jesús callejeando por la ciudad y lo prende en el Puente al rayar el día de la parasceve.
«En la Semana Santa y siento decirlo y constatarlo todo está sacado de quicio y de canon. De medida. Todo es ya desmedido. La Semana Santa la han tomado las masas, los okupas de las sillas de los chinos. Sillas de los chinos contra sillas de la Carrera Oficial. La demagogia está servida: lucha de clases en Semana Santa. Así nunca se ha visto las cofradías en Sevilla, apalancados. La bulla era otra cosa. Ahora en muchos sitios, no es ni siquiera bulla: es sencillamente gentuza. Que se ha inventado una Semana Santa incómoda, agresiva, soez, donde no hay forma de ver cofradías sin sobresaltos, sin angustias. Pero la fiesta sobrevivirá y volverá a sus cauces porque esta oscilación de frivolidad oportunista es parte de su propia condición totalizadora. En plena eclosión de nimiedad posmoderna subsiste el núcleo cenital de recogimiento, delicadeza, piedad, sentimiento y elegancia, y ese fondo sustancial permanecerá cuando sobrevenga el reflujo de las tendencias desnaturalizadoras. Nacida del fondo de los siglos, si alguna propiedad intrínseca tiene la Semana Santa es su capacidad para sobreponerse a las modas.»
[Antonio Burgos, «Okupas de Kofradías»/ Ignacio Camacho, «Juego de tronos», ambos en la misma página de ABC Sevilla, 18 de abril de 2014]
He pensado a menudo en un verso de Eliot; aquel en que una dama persuasiva y ajada sirve el té a sus amigos entre efímeras lilas. Yo la hubiese querido porque, igual que la suya, mi vida es una inútil e inacabable espera. Pero he aquí que es tarde, y ella murió hace tiempo, y de una vieja carta banalmente perfecta su recuerdo difunde perenne y raro aroma. «Londres, mil novecientos siete. Querido amigo: Siempre estuve segura, lo sabes, de que un día… Mas trata de excusarme si divago; es invierno y no ignoras cuán poco me ocupo de mí misma. Te espero. Los enebros han crecido y las tardes culminan hacia el río y los rojos islotes. Soy triste y, si no llegas, un tema de suspiros hundirá al gabinete, de un raso ajedrezado, en el inmundo estiércol del tedio y la derrota. Para ti habrá una torre, un jardín afligido y unas campanas graves húmedas de armonía; y no habrá té ni libros ni amigos ni advertencias, pues yo no seré joven ni querré que te vayas…» Y esta dama de Eliot, tan dúctil y serena, se habrá desvanecido también entre las lilas, y el banderín siniestro del suicidio ardería un instante en la estancia con su opaco alarido.